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Juan Carlos Girauta

¿Para cuándo la película del 11-M?

En América ya habrían estrenado la película del 11-M. ¿Qué digo? Habrían estrenado tres o cuatro.

Como nuestros progres no leen a José María Marco, se quedarán sin conocer las claves de La nueva revolución americana. Pero ningún liberal o conservador español debería desconocer la lógica de aquella España al revés, donde los progres están a la defensiva y sólo avanzan cuando asumen postulados de la derecha. What a wonderful world!

Es admirable el modo en que el cine estadounidense construye historias de corrupción política, implicando a sus más altas instituciones en todo tipo de crímenes y bajezas. En América ya habrían estrenado la película del 11-M. ¿Qué digo? Habrían estrenado tres o cuatro.

También aquel es un cine en manos de progres (con notables excepciones), pero al progre de Hollywood le adornan rasgos que nuestra pandilla de titiriteros y directores subvencionados no puede ni soñar. Destaca la excelencia técnica de todos los eslabones de la industria, desde el productor y el guionista hasta los iluminadores y peluqueros, indistintamente del género y pretensiones de la obra. Cosas que quizá puedan aprenderse con el tiempo. Pero sospecho que hay algo que aquí no harán jamás: preservar ciertos valores.

Allí se reflejan el bien y el mal y se cree en la regeneración. En efecto, aunque el cine americano pinte a presidentes psicópatas, a congresistas podridos y a jueces comprados, aunque urda tramas asfixiantes donde el sistema se come a los personajes, generalmente se salvan los valores fundacionales de tal sistema. Nótese además que los valores son los propios de su nación, la primera democracia del mundo en todos los sentidos del ordinal. Así, Oliver Stone podrá ser progre y castrista, pero es un profesional que cuando toca su 11-M, que es el 11-S, se vuelve patriota. Y claro, el progre de aquí no entiende nada. ¡Porque el infeliz no lee a José María Marco!

No hace falta recrear con ejemplos cuán repugnantes pueden ser los diminutos universos pintados por nuestro cine. Y ese cine hecho por seres sin excelencia profesional; ese cine que es una industria inviable y parasitaria; ese cine de guiones estúpidos, diálogos inverosímiles, estrellitas locales que jamás abandonan la sobreactuación (ni siquiera fuera del trabajo) y directores injustificadamente endiosados; ese cine que nada respeta, y menos que nada la diferencia entre el bien y el mal, y menos que menos que nada nuestros valores, y menos que menos que menos que nada nuestra nación; ese cine, justamente, es incapaz de producir una cinta con gobiernos y jueces y legisladores corruptos y criminales. Ni el 11-M les anima.

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