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¿Ha sido invitada España a la reunión antiterrorista europea? Y, si no lo ha sido, ¿sabía nuestro gobierno que dicha reunión iba a celebrarse? Si lo sabía, no ha hecho nada para asistir. Si no lo sabía, ningún funcionario español en Bruselas se merece su sueldo.
 
Es inconcebible un acuerdo antiterrorista europeo que no cuente con España. Aparte de ser el país de la Unión que más ha sufrido ese azote en sus vertientes nacionalista e islamista, fue el que impulsó la consecución de políticas comunes mediante la celebración de reuniones multilaterales regulares. La lucha contra el terrorismo ha sido el objetivo prioritario del gobierno español en los últimos años y ha condicionado toda nuestra política interior y exterior. Excluir a España ahora significa dejar de lado al gran referente europeo en el tema.
 
La declaración pretende, entre otras cosas, coordinar iniciativas respecto a la inmigración clandestina. España es, por razones geográficas, el principal país de entrada de inmigrantes clandestinos en Europa. Esto, unido a nuestra especialización en medidas conexas o auxiliares a la lucha antiterrorista, como la investigación de tramas financieras, hace todavía más incomprensible lo sucedido. Si es cierto que el gobierno español no ha sido invitado, la deprimente conclusión es que ya no contamos nada en Europa, ni siquiera para aquellos países a los que tantos esfuerzos hace Zapatero para agradar. Su renuncia a albergar en Madrid la firma del Tratado de Europa, que cogió por sorpresa al propio Borrell, tampoco ha sido suficientemente explicada. Recuérdese que no se trataba sólo de organizar un importante acto solemne, sino de mucho más: rendir homenaje a las víctimas del terrorismo.
 
El protagonismo adquirido por Aznar en las Azores no se entiende si no se considera el lugar central que en la mente y en la agenda del ex presidente ocupaba la lucha antiterrorista y su interpretación en clave nacional de la globalización de la amenaza. Nadie habría concebido una iniciativa en la materia que lo excluyera, que no lo situara en el núcleo. ¿Tanto peso internacional ha perdido España? Tristemente, sí, a juzgar por el nulo esfuerzo de acercamiento de Francia y Alemania a las contemporizadoras posiciones de Zapatero en materia de formación de mayorías. Le han tomado la medida, se han formado una opinión del tipo de gobernante que es y de su peso político. En Europa, España ya está descontada. Son los riesgos de renunciar a los propios intereses para gustar a terceros.
 
La hipótesis peor, sin embargo, sería que España sí hubiera sido invitada a la reunión pero haya considerado poco conveniente acudir. Hasta que los socialistas no se expliquen en el Congreso, la posibilidad está abierta. En el reino de la sonrisa, cualquier excéntrico dispendio de nuestro prestigio y cualquier dejación de nuestras responsabilidades es posible.
 

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