Menú
Juan Carlos Girauta

Rodríguez o la muerte de la verdad

La progresía tiene razón por definición, por principio, porque sí. Y además siempre se puede permitir el reproche de clase. Hay tanta injusticia acumulada, que es natural que el progre no atienda exactamente a los hechos.

A Rodríguez le duele que sus adversarios hayan ido "a los mejores colegios". Acabáramos. No importa que la generalización sea más falsa que los papeles de Laos, más tramposa que la OPA italo-trilera, más ilusoria que los cien años de honradez (que ahora irán para ciento treinta, coincidiendo con el triángulo para asaltar bancos). Resumiendo, no importa la verdad.

La verdad es una cosa discutible gracias al relativismo moral, cultural y cognitivo. Peor aún, la verdad es un obstáculo. A ver si lo entiende de una vez, lector empecinado. La progresía tiene razón por definición, por principio, porque sí. Y además siempre se puede permitir el reproche de clase. Hay tanta injusticia acumulada, que es natural que el progre no atienda exactamente a los hechos. Los buenos colegios hacen conservadores egoístas; las escuelas modestas producen solidarios de izquierdas.

Lector, no insista. Ya sé, ya sé que los sebastianes y los arenillas y los solbes y los moratinos no acaban de encajar en el perfil del ex alumno de instituto de barrio. Ya sé que las concentraciones próximas al PP arrojan una imagen inversa al tópico zapaterino: clase media-media y media-baja. Pero eso sólo son hechos. Tome nota: la izquierda es pobre, buena, solidaria, desprendida, honrada, austera, justa y frugal. No por lo que hace o por lo que deja de hacer. Lo es porque lo es.

¿Acaso no sabe de los millares de oenegés generosísimas (consigo mismas) que manejan los progres? ¿Acaso no ha visto el comprometido cine español, punta de lanza de la progresía? Vaya al cine, hombre, a ver si levantan algún espectador. Descubrirá un universo de histórica injusticia, una carcundia católica y zafia que viene de lejos, con todos sus privilegios por delante, robando y maltratando, vejando, violando a los pobres abnegados y abnegadas del Frente Popular y, desde entonces, a todos los desfavorecidos de la tierra, sean presos, tetrapléjicos o campesinos a lo "Milana bonita".

Multimillonarios como Almodóvar o Sardá son los sojuzgados. Jamás han tenido una oportunidad en esta injusta España. Sin embargo, se yerguen y vencen el ostracismo porque son unos valientes. Mientras tanto, políticos como María San Gil, profesores como Francisco Caja o historiadores como Pío Moa son unos cobardes de tomo y lomo. Lo han tenido todo y no lo han aprovechado. Podrían haber hecho algo valioso, pero han preferido la comodidad y la falta de compromiso. Ah, ¿qué no le encaja? A mí tampoco, pero así es la realidad virtual. Antiguo, que es usted un antiguo.

En España

    0
    comentarios