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Juan Carlos Girauta

Segundo escrutinio: el del cielo de Moncloa

Siguen todos ustedes confiando en que Adán Rodríguez, narciso o vampiro, Sagasta sin discurso o Azaña sin seso, el pirómano, el equilibrista Rodríguez, aplacado por el peso de la púrpura, comprenderá y lamentará los muchos errores

Venga, señores, sincerémonos. A pesar de todos los pesares, del modo en que se incendió la segunda legislatura de Aznar al cruzar su ecuador y de la muy denunciada ruptura-de-los-consensos-básicos-de-la-Transición; a despecho de la "persecución de las víctimas" y la "traición a los muertos", sintagmas como machetes destinados a legítima y proporcional defensa pero, según el día, expresiones que el mismísimo entorno de Rajoy considera excesivas; no obstante el cordón sanitario y los insultos que anihilan (del "guerracivilistas" del finado Polanco a la "estúpida turba", o algo así, de un pastorcillo del pesebre presupuestario); muy a pesar de la cláusula octava de los Pactos del Tinell, de las campañas estigmatizadoras de José Zaragoza y del millón de mentiras sobre las "mentiras" en la gestión del 11-14 M; muy a despecho del temerario juego presidencial con las cosas de comer, con las cosas de rezar y con las cosas de nacer y de morir...

...siguen todos ustedes confiando en que Adán Rodríguez, narciso o vampiro, Sagasta sin discurso o Azaña sin seso, el pirómano, el equilibrista Rodríguez, aplacado por el peso de la púrpura, comprenderá y lamentará los muchos errores, renunciará a crecerse sobre el segundo torrente de votos (¡once millones más!), calibrará sus anteriores relaciones con los fantasmas de la Guerra Civil, descubrirá en algún libro, o mejor en algún vídeo, el axioma que increíblemente el azar le había hurtado (se gobierna para todos) y extenderá los brazos desgarbados –pero ya sinceros– ofreciéndoles un estrujón redentor que pondrá fin, con varias décadas de retraso, a las dos españas.

Sinceridad, señores: es eso lo que se atreven a esperar, ¿no es así? Y con tal motivo buscan en el cielo de Moncloa algún pequeño signo confirmatorio de la feliz mutación antes de definir prioridades, estrategias y equipos (pero no antes de destruir los que tenían) para una legislatura que enfilan exhaustos. Incursos en la absurda superstición de la edad, apelan a los jóvenes. ¿Ven ya algún signo que permita alimentar la esperanza? Si así fuera, no olviden divulgarla, propagarla y propalarla a los cuatro vientos sin tardar, por muchas turbiedades que la acompañen. ¡Tenemos tanta necesidad de creer! Los putos principios son agotadores.

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