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Juan Carlos Girauta

Una izquierda inservible

El llamamiento golpista vino de la organización, desde la megafonía. Nunca el doble baremo –la asimetría política y moral que define a los progres y fundamenta el nuevo régimen zapaterino– ha estado más a la vista

El partido socialista y los medios socialistos estuvieron varias semanas dando el coñazo con que los manifestantes del PP exhibían símbolos pre, in o anticonstitucionales. Como sus provocaciones no funcionaron, acabaron reciclando fotografías anteriores, único modo de ilustrar artículos que no habrían resistido el acompañamiento de imágenes reales.

El pobre Rodríguez, que anda como un autómata dándose con las paredes, levantando y bajando ambos antebrazos a la vez y repitiendo cuatro frasecitas (a ver si le dan cuerda, que la voz se le está poniendo grave) fue más lejos que nadie: denunció la existencia de símbolos fachas ocultos tras las banderas constitucionales. Símbolos fachas que no estaban ahí, pero... sí que estaban. Cosas del muñeco presidencial. Antes, un sujeto innombrable que el PSOE ha enviado muy lejos –cuanto más, mejor– había detectado el fascismo... en el aspecto de los manifestantes liberal-conservadores. Qué sutil, el nazi.

Y después de tanto buscar y no encontrar, de tanto inventar e intoxicar con la cosa simbólica, van los socialistas y socialistos, y, acompañados de sus titiriteros, celebran una orgía callejera que es una invitación al Rey a que se largue (¿Cómo interpretar sus tricolores?), un homenaje al totalitarismo (¿Cómo entender las banderas comunistas?), un canto al genocidio (¿Cómo explicar el fervor leninista?) y una llamada al golpe de Estado (¿Cómo definir su propuesta de ilegalizar a la oposición?).

No cabe atribuirlo a la irrupción de indeseados espontáneos. El llamamiento golpista vino de la organización, desde la megafonía. Nunca el doble baremo –la asimetría política y moral que define a los progres y fundamenta el nuevo régimen zapaterino– ha estado más a la vista, nunca ha mostrado su iniquidad dicha perversión liberticida con mayor desnudez. Si la orgía hubiera sido inversa, algo imposible, la izquierda y los nacionalistas forzarían la mayor crisis de Estado que se ha conocido desde el 23-F. Y lo harían desde la pura dimensión simbólica. Y tendrían éxito.

¿Qué va a hacer el PP? ¿Qué va a hacer la prensa liberal-conservadora? Sospecho que olvidarlo en unos días, en unas horas. Sospecho que desaprovechar una oportunidad perfecta para denunciar con contundencia ensordecedora la índole antidemocrática, sectaria y trasnochada de nuestra izquierda: un universo virtual gestionado por cargos políticos en fase de alfabetización; teledirigido en sus más oscuras facetas por ex cargos políticos que creíamos ahogados en la ciénaga de sus delitos y crímenes de Estado; interpretado por una caterva de vividores que se dice intelectual sin haber pasado por la Universidad y se vende como colectivo de artistas porque lo dicen ellos y lo confirma el funcionario que les da nuestro dinero.

Y en eso ha quedado la izquierda visible. Podía describirse con más suavidad, no lo niego, pero la asquerosa campaña con que han intentado neutralizar la toma de conciencia nacional de las grandes manifestaciones de Madrid y Navarra nos ha hecho más ariscos, qué le vamos a hacer.

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