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Ha presentado en Barcelona el libro de Pedro Fernández Barbadillo Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos. Esperemos que el acceso de los incorrectos al Colegio de Periodistas de Cataluña no moleste tanto al PNV como el uso de la Biblioteca Nacional. Por cierto, se confirma que Rosa Regás nada tuvo que ver con el acto de Madrid. Ya me extrañaba a mí.
 
Anticipándose a las reflexiones del autor sobre la licitud y eficacia del uso del humor como antídoto contra ideologías destructivas, Vidal-Quadras dio una lección práctica a la altura de las expectativas. Mordaz e inspirado, nos devolvió a principios de los noventa, cuando sus adversarios reconocían en petit comité, y muy a su pesar, que este catedrático de física nuclear era, con mucho, el mejor orador del Parlament. Mientras tanto conspiraban para borrarlo del mapa político. Tener alerta, provista de argumentos, convencida y, encima, divertida a la Cataluña no nacionalista, como él la tenía, era demasiado para el pujolismo. En cuanto los convergentes pudieron agarrar a Aznar por los escaños, corrigieron tal anomalía. Ocho años después de aquella jugarreta y de aquella ingratitud, el desterrado vuelve a tener en el bolsillo al único segmento de la ciudadanía española que no aparece en los medios. Ese que constituye la segunda fuerza política en su comunidad y del que sus representantes tan a menudo se avergüenzan: los populares catalanes.
 
La intervención de Alejo/Aleix fue memorable. Como muestra un botón: calificó la posición de algún obispo vasco como “equidistancia entre Dios y el Maligno”. La ironía encauzó un análisis descarnado de la actitud claudicante del PSOE y desembocó en una condena de la estrategia del apaciguamiento: ninguna concesión ha satisfecho jamás a los nacionalistas. En el país más descentralizado de Europa, con ámbitos territoriales como el vasco, cuya ostentación no estatal de poder político y de gestión financiera no tiene parangón en el mundo, el nacionalismo no sólo no se ha aplacado sino que se muestra más voraz que nunca.
 
El vicepresidente del Parlamento Europeo expresó una convicción optimista: los grandes estados de la Unión impedirán o corregirán, aplicando la presión política necesaria, y por la cuenta que les trae, cualquier intento de quebrantamiento de la soberanía española. Quebrantamiento que se iniciará tan pronto como se amenace la caja única de la Seguridad Social.
 
Sin embargo, quien más cerca está de lograr esta hazaña solidaria no es Ibarretxe, cuyo plan acaba de rechazar en el fondo y en la forma la vicepresidenta del gobierno, sino Pasqual Maragall, a quien, si la memoria no me falla, Vidal-Quadras no citó. Si recordamos las arbitrariedades del pujolismo, su insufrible sectarismo, tan reciente pero tan anublado por la ceremonia de la confusión del tripartito, concluiremos acaso que al ex líder del PPC al presidente del PSC les une una misteriosa afinidad, como el dolor compartido de un miembro amputado. ¿El ausente y común adversario?
 

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