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Juan Carlos Girauta

Viva el centro

Todo visión de Estado, todo altura de miras, los morigerados convergentes exigieron la muerte política, y casi civil, de Vidal-Quadras, lindeza cuyas consecuencias aún pagan los populares.

Los moderados de CiU, cuya sola proximidad bendice al monclovita de turno garantizando su “centralidad” política, han enseñado sus cartas, que son, vaya por Dios, las mismas cartas marcadas del tarot provinciano y cainita con que un día se ritualizó el principio del fin en el Saló del Tinell, justo donde los Reyes Católicos (ay) recibieron a Cristóbal Colón (ay, ay). Aclaro para los inmersos niños de mis amigos –yo no los tengo, gracia que me libra de hacer huelgas de hambre o de su alternativa, simularme encantado con la aculturación– aclaro, digo, que estoy refiriéndome a Cristòfol Colom, navegante de Lleida (?), que zarpó hacia las Indias por Occidente desde el puerto de Pals (Girona). No va en coña. También está pegadito al Saló del Tinell el Arxiu de la Corona d’Aragó (ay, ay, ay), nombre incómodo para un archivo, que, a diferencia del de Salamanca, estatal y expoliador, es nacional de Cataluña.

Todo visión de Estado, todo altura de miras, los morigerados convergentes exigieron la muerte política, y casi civil, de Vidal-Quadras, lindeza cuyas consecuencias aún pagan los populares. Esta semana, amén de regocijarse del “cacho” que le han quitado al pobre Rodríguez –es decir, a nosotros– también han consignado algunos logros en su web para que luces virtuales iluminen el tenebroso pacto de medianoche. Sabemos así que la obligación de mantener una inversión en infraestructuras durante siete años equivalente al peso del PIB catalán se combinará con la no menos justa imposibilidad de que los dineros de la solidaridad se dediquen a infraestructuras en las comunidades receptoras. No vaya a ser que se desarrollen.

El motivo es que los centristas consensuales y europeizantes de CiU tienen su propio concepto de solidaridad. Concepto que, con la mosca detrás de la oreja maragaliana, está revisando ahora el cofrade Mena –no el general sino el fiscal catalán– que ha imputado en las últimas semanas a una docena de convergentes por cosas innombrables que pasaron en la pública Adigsa –la del Carmelo– así como en alguna privada de donde los moderados vienen sacando “cacho” varios lustros. El último grito solidario de los enemigos de todo extremismo, atletas de la política cabal, es el palo que dieron sus cuates en Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya: la lista de los once agraciados y las correspondientes cantidades retiradas en solidaridad con ellos mismos las ha hecho públicas la Sindicatura de Comptes. Por ejemplo, el director de los trenes, un Roig cualquiera, se donó 178 millones de pesetas, supongo que para unas infraestructuras en su jardín.

Lo más divertido de todo es que a los convergentes de la centralidad los está haciendo polvo el tripartito desde sus organismos varios y desde sus tentáculos en la fiscalía. No el PP, muy interesado en abrazarlos en cuanto toque poder, una vez la fatwa pronunciada contra ellos por Mas fracase del todo. Porque algún día tendrá que haber elecciones generales. Digo yo.

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