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Para correr (ya sea en soledad o en compañía de otros) hay que tener, sobre todo, una inmensa fuerza de voluntad. Esa era la cualidad que convirtió en un mito al gran campeón Emil Zatopek, dominador absoluto de los cinco mil y de los diez mil metros entre 1948 y 1954, campeón olímpico en cuatro ocasiones diferentes (la última de ellas en Helsinki, en la especialidad de Maratón).

El checo falleció ayer en el Hospital Militar de Praga. La "locomotora humana" no pudo aguantar más y perdió la carrera con la Parca, la única en la que no cuenta el espíritu de lucha. Durante mucho tiempo se estudiaron las condiciones físicas de Zatopek. Se sometía a entrenamientos inhumanos, corriendo por el bosque con las botas del ejército.

Luego, una vez en la pista, Emil era la antítesis de la clase; daba la impresión de que iba a caer desfallecido, corría como un chiquillo
que ha hecho una trastada, braceando sin ton ni son, acelerando, haciendo la "goma", con una cara de sufrimiento total. Hacía todo eso, pero ganaba las carreras.

Nunca encontraron en el cuerpo de Zatopek algo que se saliera de lo normal; no estaba en su cuerpo, sino en su cabeza, en su espíritu de luchador indomable. El mismo reconocía abiertamente que no era una persona normal, y tenía razón.

A Zatopek acabaron por bautizarle como la "locomotora" cuando -en los Juegos Olímpicos de 1952- se adjudicó la medalla de oro en los 5.000, 10.000 y maratón. Todo en una semana. Todo con el mismo estilo que le llevaba a dar bocanadas de aire por los bosques de Praga, calzado con aquellas botas de cuero del ejército del que acabó siendo coronel.

Conocía muy bien ambas cosas, tanto el ejército como el calzado (empezó siendo aprendiz en la fábrica Bata en Gottwaldov), y de ambas supo sacar partido. Adiós "locomotora"; a sus órdenes mi coronel, Murió el espíritu, pero permanecerá siempre la leyenda.

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