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Todos pendientes de Florida. A las 19:47 horas, menos de dos mil votos separan a George Bush junior de Al Gore. En diez horas pasamos de la victoria del hijo del ex presidente, al paseo militar del actual vicepresidente para, a última hora, girar todo y colocar de nuevo a Bush por delante. Esta extraña situación me ha traído a la memoria a la otra Casa Blanca, la que en la actualidad tiene como inquilino del despacho rectangular (porque el del Bernabéu no es oval, que lo he visto yo) a Florentino Pérez, más conocido como F.P.

Que yo recuerde, al menos en dos ocasiones en los últimos diez años, sucedió en el Madrid algo similar que lo que ocurre ahora mismo (ya son las 19:50 horas, y Bush sigue por delante según creo) en los Estados Unidos de América. La última vez que ganó Ramón Mendoza llegaron a votar algunos socios ya fallecidos... ¿Cómo?... Aquellas elecciones de ultratumba le sirvieron a Pérez para aprender y centrarse en el voto por correo. En el mes de julio, el candidato Sanz presentaba como avales dos Copas de Europa, y no parecía que nadie pudiera hacerle sombra: la de F.P. fue en aquella ocasión alargada y acabó con un presidente que parecía blindado. Las dos elecciones concluyeron a las tantas, con funcionarios contando y recontando votos a la luz de una vela, con periodistas ojerosos metiendo compulsivamente moneditas en la máquina para sacar "un 16" (traducción: capuchino club).

Que se sepa, ni Manuel Fernández Trigo, el "hombre que sabía demasiado", ni tampoco Julio Senn -actual director general madridista-, han tenido nada que ver en el proceso electoral yankee. El primero se quitó de en medio, mientras que el segundo estaba maniatado por unos estatutos dieciochescos, oscurantistas y medievales, casi ridículos.

Nada de esto hubiera sucedido (ni en EE.UU. ni en Concha Espina) si el candidato hubiera sido Juan Onieva, mucho más político que Bush y Gore juntos; pero llama la atención la mala suerte que las "casas blancas" tienen cuando deciden iniciar un proceso electoral: se sabe cuando empieza, pero nunca cuando termina. Aunque, por ahora, en América todavía no tienen la fórmula mágica que devuelve la vida a los fallecidos. Pregúntenle a don Ramón.

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