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Es el "pelotazo" deportivo del siglo XXI (tampoco llevamos tantos días como para que se haya producido otro). A punto de cerrarse el mercado de invierno, Fernando Roig –presidente del Villarreal– amenaza con fichar a Martín Palermo. A falta de "unos pequeños flecos" para cerrar la operación (negociando con un representante argentino o un presidente brasileño, el fleco es la unidad de medida que separa la cordura de la locura más absoluta), todo hace indicar que el goleador del Boca Juniors acabará jugando en El Madrigal. Sólo deseo que hasta Punta del Este hayan trasladado al más equilibrado de los directivos villarrenenses; de no ser así le pueden hacer un "siete" en cuanto se descuide. O lo que es peor: puede venirse a España con un doble de Palermo y un sobrino de Mauricio Macri bajo el brazo.

Pero, en fin, Roig amenaza con fichar al delantero argentino y habrá que apechugar con ello. Desde el punto de vista publicitario, no cabe nada que objetar: Palermo situará en cualquier caso al Villarreal en el mapa futbolístico mundial (esperemos que sea con sus goles, y no con sus fanfarronadas). Don Fernando se apunta un tanto, porque en el negocio del fútbol es tan importante el merchandaising (mercadeo en cristiano) como el deporte. Un futbolista vale lo que dicen que vale, y la fama precede a M.P. Por eso cuesta mucho. Desde el punto de vista deportivo, habrá que esperar un poco más para saber con exactitud qué juego da el chavalote del mechón a lo Antoñete.

Si todo sale a pedir de boca, y el consabido fleco no enajena al enviado especial a Uruguay, Palermo entrenará de inmediato a las órdenes de Victor Muñoz; y jugará con la camiseta del Villarreal durante esta temporada y otras cuatro más.

El bad boy del Boca Juniors que le dio la puntilla al Real Madrid en la final de la Copa Intercontinental, y que dio sus primeros pasos deportivos en el Estudiantes, acabaría jugando en la Liga de las estrellas. La única duda que tengo es si este enemigo irreconciliable de Chilavert (otro showman) dará la talla y demostrará que, efectivamente, es una estrella. Lo último que recuerdo de él es que abofeteó a un periodista a la salida de una discoteca; eso y que, posteriormente, le robó la cámara de fotos.

La llegada de este chavalote será también, supongo, un reto cultural para los directivos del Villarreal y para el propio Víctor. Si allí no le convencieron Cortázar o Borges, habrá que tirar aquí de Cervantes y Quevedo; pero no puede ser que Martín se marche de España sin haber leído un libro. Aunque sea Mortadelo y Filemón, Agencia de Información. Un clásico de Ibáñez, por cierto.

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