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Vuelve el "yerno 10", el chaval con la minga futbolística más fotografiada de los ochenta (un descuido lo tiene cualquiera, y además fue por exigencias del guión). Vuelve aquel jugador capaz de congelar el tiempo, erigido en mito por una afición en plena transición, desorientada desde la muerte de Santiago Bernabéu, y a quien convirtió en ave rapaz del área el ingenioso Julio César Iglesias. Emilio Butragueño Santos regresa a su "casa blanca" y lo hace por Navidad, de forma que el cuento encuentra otra vez el happy end particular de aquel niño que aprendió a jugar al fútbol regateando a su perro, que después se transformó en figura grande en un estadio de Querétaro y que ahora es rescatado del Consejo Superior de Deportes por la varita mágica de su amigo Jorge Alberto.

Porque la vida da muchas vueltas, a Valdano le tocó en su día jubilar al futbolista Butragueño. Se marchó a Méjico pero no volvió a jugar en el Bernabéu. Y porque el fútbol tiene estos requiebros, ha sido Valdano quien le ha fichado para convertirle desde enero en su mano derecha, un "buitre de despacho" con fax, móvil, "e-mail" y "Windows", todo un señor directivo.

Es muy pronto para valorar el efecto real de esta contratación personal del director general. El otro día comentábamos que el rendimiento deportivo de este fondo de pensiones abierto por F.P. era, hasta la fecha, del cero por ciento. No ha cambiado nada. Como el movimiento se demuestra andando, andaremos con Emilio para comprobar si su licenciatura en empresariales y su "Master" americano son buenos para el Madrid (que me perdone Gómez Pintado). Sus goles sí lo fueron durante un tiempo, aunque lo suyo con el balón era innato y para sobrevolar por los despachos se necesitan otras habilidades (aquí habría que echar mano de las memorias –en caso de existir– de Raimundo Saporta).

En cualquiera de los casos éste, como el de Figo, es otro punto que hay que anotar en el casillero del presidente merengue. Otros antes que él intentaron en vano fichar a Butragueño; él supo ganarse a Valdano, que ahora le ha tocado a Emilio la fibra sensible. Veremos si sus regates sobre la moqueta están a la altura de las circunstancias.

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