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Una anécdota sobre Fabio Capello. Imaginen: primer entrenamiento con el Real Madrid en la ciudad deportiva. Paco Buyo se luce, "palomita" va, "palomita" viene; como siempre, el portero gallego buscando protagonismo fotográfico. Al acabar, todo el mundo se dirige a los vestuarios, y Capello le dice a Buyo lo siguiente: "No piense usted que me ha engañado". Otra más: el italiano descubrió en España el jamón, uno de los grandes inventos de la historia de la humanidad. Habitualmente iba de "tourné gastronómica" pidiendo dos platitos de jamón y un segundo. Cuando se marchaba a su país, lo hacía siempre acompañado del "Cinco Jotas" de turno. Y la última: reunión acalorada (como casi siempre) en el despacho del presidente –por aquel entonces, Lorenzo Sanz– en el estadio Santiago Bernabéu; a la conclusión de la misma, Fabio sale dando un portazo y exclamando por los pasillos: "¡Si no me rescinden el contrato perderé los partidos a propósito!".

El fútbol ha generado muchos monstruos en los últimos tiempos, y Fabio Capello es uno de ellos. Mediocre como jugador, vio el cielo abierto al encarrilar su futuro a través de los banquillos. Ahora mismo, el italiano (un entrenador "resultadista") ha conseguido que media Europa suspire por él, que exista "capelitis" aguda entre los clubes más importantes del planeta. Por eso mismo, el Real Madrid ha encontrado en Vicente del Bosque una auténtica bicoca.

Fabio es una vedette, una estrella. Se equivocó al abandonar el Real Madrid –él mismo lo ha confesado en alguna ocasión–, y ahora le pretendía muy seriamente el Fútbol Club Barcelona. Y, sin embargo, todo hace indicar que en las próximas horas rubricará una ampliación de contrato con la Roma, su actual club, hasta el año 2003. Una lujosa Villa en Aventino y 600 millones de pesetas al año han acabado por convencer al entrenador de moda del fútbol mundial. Un técnico que, a base de la publicidad subliminal de sus amigos, ha conseguido convertirse en imprescindible.

Yo me sigo quedando con la gente normal (Cúper, Irureta, el propio Del Bosque) y, en último extremo, con los extravagantes geniales como Cruyff o Maradona. Habría que ponerle un monumento a Luis Molowny, que le decía a Santillana: "¿Y yo te tengo que decir lo que tienes que hacer? Eres delantero, ¿no? Pues a marcar muchos goles". El "mangas" sí que se merecía una Villa en Aventino.

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