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Juan Manuel Rodríguez

Carlos Queiroz y el turrón "1.880"

Primer "knock out" y primeras divisiones serias en el Real Madrid. Hace algún tiempo me preguntaba si Carlos Queiroz sería gavilán o paloma, y tras la derrota de Mestalla llego a la conclusión de que el portugués es una "paloma gavilanizada" o un "gavilán palomizado". Es palomo por fuera y gavilán por dentro, como John Benjamin Toshack, otro ilustre "bon vivant" del fútbol profesional. Desconozco si nuestro amigo se comerá el turrón 1880 (por supuesto, el más caro del mundo) en la ciudad que, según la picante Victoria, "huele a ajo". No lo sé. Lo que sí sé es que don Carlos ha iniciado un tortuoso camino que sólo el paso del tiempo nos dirá dónde le conduce. Esto no es la Liga japonesa ni la selección sudafricana, ni siquiera el Manchester United. Este es el "Enterprise".

Queiroz ha querido apuntarse al "club de los poetas" con un par o tres de chascarrillos ciertamente oportunistas. "El Valencia empezó a jugar a las nueve y media" fue el primero, y el segundo ha sido que "las estrellas están en el cielo y los futbolistas demuestran lo que valen en la tierra", para acabar sentenciando que no hubo "ni inspiración ni transpiración". Eso es que se siente seguro a pesar de que a mí me hayan dicho que el portugués va a durar lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Cuestión de interpretaciones, supongo. Ya le ha contestado Michel Salgado en nombre de aquellos que más generosamente transpiran domingo tras domingo: "hemos corrido, sí, pero detrás del balón". ¿Y de quién es la culpa de que suceda eso?... Del "gavilán palomizado" naturalmente.

Ya sé que Queiroz no es responsable del "ohhhh" unánime de la prensa deportiva ante un juego arrollador. Es una forma como cualquier otra de vender periódicos eludiendo la realidad. Y la realidad es únicamente una: este equipo tiene exactamente los mismos defectos e idénticas virtudes que el del año pasado. O el de la temporada 2000-2001 si me apuran. Sólo Fabio Capello fue capaz de ganar una Liga aburriendo, pero las circunstancias eran muy distintas y ahora Queiroz está obligado a encontrar el equilibrio entre la ostensible fragilidad defensiva y la tremenda pegada ofensiva de esta plantilla. Michel –que entre otras cosas no se "corta" un pelo porque se está saliendo y porque tiene encima de la mesa un ofertón del United– lo ha dicho muy claramente: "tenemos que aprender también a jugar al otro fútbol". Pues ya puede darse prisa C. Q., porque en Jijona han empezado a empaquetar las primeras tabletas.


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