Se veía venir que, tarde o temprano, la celebración de un gol nos recordaría más a cualquiera de las películas de Tinto Brass que a un sencillo e inofensivo partido de fútbol. El cochambroso ejemplo de Fowler, delantero del Liverpool, esnifando la línea de cal del campo, y el no menos soez de Leandro, aquel brasileño que jugó un tiempo en el Valencia, marchándose a uno de los corner del estadio Vicente Calderón para, al más puro estilo perruno, dedicarles a los seguidores colchoneros una meada en toda regla, no hacía presagiar nada bueno. A su lado, las "butifarras" que Giovanni dirigió a los aficionados del Real Madrid se me antojan un inocente juego floral. El efecto que puede ejercer sobre los chavales la repetición incesante e inevitable de gestos como esos es conocido. Al final, los críos repiten miméticamente los gestos que han visto hacer a sus ídolos. Y en eso llegó Paco Gallardo.
No me considero un puritano. Ni siquiera un falso puritano, versión mucho más extendida que la primera y, desde luego, bastante más peligrosa. Defiendo a capa y espada el "cada uno en su casa, y Dios en la de todos". Lo cierto es que al ver de qué manera celebró el sevillista Gallardo (irreproducible aquí, o al menos a mí me lo parece, sin resultar chabacano) el golazo de Reyes, me llevé las manos a la cabeza. La felicitación no era estética, ni mucho menos ética, y ahora los comités federativos deberán sancionarle.
Gallardo no sabe lo que dice cuando asegura que su gesto pasó inadvertido. Desde que los clubes de fútbol vendieron su alma a la televisión, nada ni nadie puede escapar de la "caja tonta". Los partidos de fútbol se graban, se regraban, se pasan y se repasan, y existen programas dedicados exclusivamente a captar aquello que no retiene el ojo humano. Es perfectamente posible que cincuenta mil almas no se den cuenta de algo que haya pasado sobre el césped. Eso no ocurre con la televisión, de la que no estás nunca libre, de la que no se puede escapar. Ejemplo al canto: Rivaldo agrede a Lacruz. El árbitro no lo ve. El defensa del Athlétic Club de Bilbao calla. Pero la televisión delata al brasileño dejándole en evidencia.
Se veía venir que al final habría una escenita X y descodificada. Tanta "cunita". Tanta camisetita. Tanta palmadita y tanto besito. Tanto bailecito y tanta historieta nos condujeron a esto. Gallardo no se dio cuenta de que, al final, en la televisión todo se sabe.
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