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La verdad es que el Real Madrid no es un buen ejemplo desde el punto de vista económico. Cualquier ama de casa lo habría hecho mil veces mejor que el tándem formado por Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz. El club simplemente se despeñó por un barranco económico que habría sido letal para cualquier otro; como es conocido por todos, aún hoy no se ponen de acuerdo en la valoración de la deuda. En cualquier caso adquirió tintes de gigantismo que, sin embargo, no impidió a Florentino Pérez invertir otros diez mil millones en el fichaje de Luis Figo. Pero el Madrid, repito, no es un buen ejemplo.

Asistimos ahora a la agonía del Logroñés; hace tres temporadas este club estaba en Primera División y ahora, hundidos en Tercera, no es capaz de hacer frente a sus deudas. El Ayuntamiento no ha querido saber nada, y con los jugadores y empleados hartos, es posible que el club desaparezca. De forma que esa es la delgada línea que separa la gloria de la quiebra: en treinta y seis meses un equipo que era feliz pensando en la UEFA y las visitas del Real y el Barcelona, puede hacer ¡puff! y desaparecer... ¿Quién recuerda al Mérida?... ¿Por dónde anda ahora mismo el Burgos?

El Español es un caso especialmente llamativo; hablamos del vigente campeón de Copa, un club que acaba de alcanzar sus primeros cien años y que sin embargo tiene problemas importantes de tesorería (además de contínuas batallas familiares en el seno de su Consejo de Administración). Los cinco mil millones de deuda que tiene en la actualidad se han convertido en una barrera insalvable, y a partir de ahora vamos a asistir a un desfile imparable de jugadores: Pocchetino se ha ido por quinientos millones al Paris Saint Germain (hace unos meses pagaban el doble), y a Galca ya le han comunicado que no podrán pagarle los doscientos millones anuales que cobra en la actualidad. Por el mismo sendero circularán en breve otros futbolistas como De Lucas, Sergio o Tamudo; los tres mil kilos que pagaba el Glasgow Rangers por éste último podrían haber saneado al Español, aunque al final se echaron atrás. Sin embargo la opción elegida por los dueños del club es la única factible. Pensando en esa delgada línea que distingue la bonanza de la quiebra, los "periquitos" se han puesto manos a la obra cuando todavía no parece demasiado tarde. Por eso y porque, me imagino, querrán cumplir otros cien años más.

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