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En el torneo Melody Amber de Mónaco se juega el ajedrez a ciegas, una vieja modalidad que se remonta a los siglos IX y X, puesto en práctica por maestros árabes y contra la que luchó sin descanso el extraordinario Capablanca. El gran maestro cubano pensaba que aquella era una práctica inútil, un show con ribetes circenses del que trataba de escaparse al precio que fuera. Lo que no quería decir que su mente no estuviera preparada para acometer aquellas partidas. En 1912, en La Habana, jugó una contra Jaime Baca Arus que todavía se recuerda por la belleza de sus combinaciones. Solían decir que Capablanca "a la ciega" veía demasiado.

El primer director de marketing que tuvo este deporte —aunque probablemente sin su conocimiento— fue el músico francés Andrés Danican Filidor, quien, en pleno siglo XVIII, se encargó de llevar con notable éxito sus exhibiciones ajedrecísticas por toda Europa. Ahora, doscientos años después, las recupera el multimillonario holandés Joep Van Oosterom, el mecenas residente en Mónaco. Los jugadores se sientan de espaldas al tablero y contestan de viva voz a la jugada formulada por su rival.

Ahora es Gari Kasparov quien se niega por sistema a someterse a esa tortura. En la antigua URSS acabó por prohibirse el ajedrez a ciegas por considerarlo perjudicial para la salud, pero en la primera mitad del siglo XX esas exhibiciones eran muy frecuentes. Campeones del mundo como Pillsbury o Alekhine fueron algunos de los que aceptaron el reto, con —según algunos testigos presenciales— los posteriores dolores de cabeza a la conclusión de las mismas. Janos Flesch, en 1960, se enfrentó simultáneamente a 52 adversarios, con el resultado final de 28 victorias, 3 derrotas y 18 empates. Podríamos decir que es el record mundial.

Como este deporte daría para varias enciclopedias, un neuropatólogo estadounidense mantuvo que aquellos campeones que se dedicaron exclusivamente al ajedrez murieron jóvenes, mientras que aquellos otros que diversificaron su actividad fueron más longevos. Es cierto que Alekhine o el propio Capablanca fallecieron a los 53 años, mientras que Euwe (80) o Botvinnik (84) lo hicieron mucho más tarde. Lo que ocurre es que mientras que Capablanca lo hizo de un ataque cerebral, Morphy (47) lo hizo de sífilis. Sin embargo, hoy el ajedrez, en sus múltiples versiones, es considerado como una magnífica terapia preventiva contra el mal de Alzheimer, puesto que no se conoce ningún ajedrecista conocido que haya llegado a una edad avanzada sufriendo dicha enfermedad.

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