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Juan Manuel Rodríguez

De las siluetas del Windsor al caso de Jonathan Woodgate

Probablemente en el polémico caso de Jonathan Woodgate quienes menos culpa tengan sean el presidente y el propio futbolista, a quien dijeron que viniera cojo y cojo vino porque había dejado de correr hacía demasiado tiempo

Escucho a Miguel del Pino diciendo en "Al Sur de la Semana" de la Cadena Cope que ya se vende hasta el humo. Se pagan cincuenta euros por tonelada. No sé de qué se extrañan porque esto se veía venir desde hace tiempo. Tal y como yo lo veo -quizás por deformación profesional- lo que han hecho los firmantes del protocolo de Kioto es limitarse a seguir los pasos del fútbol profesional, al igual que éste copió muchas de las tácticas empleadas por aquellos vendedores de crecepelo del viejo oeste americano. Hace ya tiempo que en el mundo de fútbol se vende mucho humo, sacos y sacos de humo, toneladas. Y no a cincuenta euros precisamente. El humo del fútbol no está tan barato como el de las fábricas o los tubos de escape de los vehículos. Humo venden muchos presidentes y demasiados entrenadores. Los intermediarios fabrican tanto humo que en ocasiones resulta imposible distinguir lo que es cierto de lo que ya dejó de serlo. Y los periodistas también tenemos nuestra parte importante de responsabilidad en toda esta "contaminación".

Probablemente en el polémico caso de Jonathan Woodgate quienes menos culpa tengan sean el presidente y el propio futbolista, a quien dijeron que viniera cojo y cojo vino porque había dejado de correr hacía demasiado tiempo. En Madrid ahora mismo sólo se habla de dos misterios: el de las siluetas del edificio Windsor y el de Jonathan Woodgate, unidos ambos por la "v doble", letra que suele tener un escaso protagonismo en la escritura española y que, quizás por eso mismo, ha decidido rebelarse estos días. En el caso del primero de los misterios, por el humo se supo perfectamente desde el primer instante dónde estaba el fuego: una enorme columna negra delataba el incendio desde cualquiera de los puntos de la ciudad por más lejanos que éstos fueran. Sin embargo en el segundo de los misterios se provoca tanta cantidad de humo que tenemos que usar una mascarilla para protegernos y resulta imposible delimitar la realidad de la ficción. En la información, el humo se genera con grandes dosis de distracción, engaño y oscurantismo.

Jonathan Woodgate fue el último "regalito" de José Antonio Camacho para el Real Madrid, una joya que sólo costó veintidós millones de euros. Florentino le fichó porque andaba realmente acuciado y, de haber tenido yo mismo en esos momentos un representante argentino con la suficiente labia y un buen editor de vídeos de mis mejores jugadas, me habría fichado a mí en su lugar como central para el primer equipo. Este viernes algunos empleados del club continuaban generando humo y más humo acerca de la posibilidad de que Woodgate visitara la Clínica Ruber, negando la evidencia e intentando impedir el trabajo de los periodistas. ¿Por qué? ¿Por qué no hablan los médicos del club que dieron el O.K. a tan polémica contratación?... En octubre se dijo que el defensa inglés reaparecería en diez semanas y ya se han cumplido dieciocho desde entonces. Lo que se trata es de negar la evidencia: el fichaje de Jonathan Woodgate se llevó a cabo contra las leyes más elementales de la lógica empresarial y futbolística. El humo sólo retrasará la verdad. El humo no solucionará nada de nada.
 

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