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El "campanu" fue para Joan Gaspart que pudo levantar su primer título como presidente del Barcelona. Hacía doce largos años que los azulgrana no se enfrentaban al Real Madrid en una final de la Copa del Rey de baloncesto. Malo, muy malo para la Copa. Y desastroso para el basket porque -con todos mis respetos para los otros clubes participantes en la fase final- son culés y madridistas los que tienen el auténtico tirón popular (en el fútbol-sala andan como locos tratando de convencer a Jorge Valdano para que cree un equipo).

Finalmente se impuso el Barcelona aunque con menor facilidad de la que pronosticaban los augures. Sufrió el equipo de Aíto para derrotar al de Scariolo, y si lo hizo fue porque hoy por hoy tiene mayor número de jugadores de calidad (lo que los especialistas denominan "profundidad de banquillo"). El entrenador italiano del Madrid es un especialista en trastavillar los partidos y en exprimir todo el jugo a sus hombres; en Málaga volvió a hacerlo, y Aíto -que es como la estación espacial MIR, con todo el mundo esperando a que caiga- sudó tinta china para sacarse la espina de la final de la Liga ACB.

Me llamó la atención un hecho que habla bien a las claras del progreso de nuestro deporte, y por ende del país. En la final de 1989 el auténtico protagonista fue Drazen Petrovic (como casi siempre que estaba dentro de una cancha); el excepcional escolta anotó 27 puntos y lideró un equipo en el que también estaba Fernando Martín. Drazen era ya por aquel entonces un "chico NBA"; lo tenía todo: descaro, personalidad, un manejo del balón que desesperó a más de uno (el caso más relevante, el de Juanma Iturriaga). El chico del pelo ensortijado y la lengua fuera -"ven a por mí si tienes narices"- fue el mejor, aunque no era español sino de Yugoslavia.

En la final de 2001 el mejor ha sido un español: Pau Gasol reventó al Madrid con sus 25 puntos. Este chaval que ya se encuentra en el punto de mira de los americanos -tiene que madurar, dicen- es más largo que un día sin pan, pero en el Pabellón Martín Carpena se permitió el lujo de subir el balón y tirar desde la línea de 6,25 hasta erigirse en el único líder de un equipo plagado de extraordinarios jugadores... extranjeros. Digbeu o Jasikevicius estuvieron muy bien, pero al final la "enchufaba" el catalán.

El resúmen más positivo para nuestro baloncesto es que los genios ya no vienen de Sibenik, y que la Liga profesional más importante del mundo manda a sus "espías" para seguir de cerca a un madrileño, Dueñas, o un catalán como Gasol. Enhorabuena a Joan Gaspart por su "campanu deportivo", y feliz día de pesca.

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