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Es ahora que Ronaldo está más pesado que nunca cuando nos damos perfecta cuenta de que existen los gordos, pero no, los gordos existen desde que el mundo es mundo y los americanos se sacaron de la manga la comida rápida y el pollo de Kentucky. Otra cosa es que la gordura no esté de moda desde que Pedro Pablo Rubens, el último publicista de los gordos, pintara El rapto de las Leucípidas allá por el 1616. Pero que los gordos y las gordas existen es un hecho, aunque en las pasarelas lo único que veamos sea una bandada de cisnes que cruzan el pie derecho y más tarde el izquierdo, y todo ello con una cara de mala leche que le tira a uno de espaldas. Pero ha sido precisamente ahora que a Ronaldo le notan pesado cuando nos tenemos que dar cuenta de que el gordo existe; es ahora que Ronaldo, ¡uy!, no llega a ese balón que le manda Zidane cuando, de repente, el gordo se pone de moda y sobre él hablan los especialistas y hasta Francisco Umbral –aunque él con especial hincapié a los obesos del PP– le dedica su columna de El Mundo del Siglo XXI.

Si esto fuera Inglaterra, ya estaríamos todos apostando como locos sobre el peso exacto, gramo a gramo, de la estrella gorda del Madrid. Pero mientras que la gordura anónima no desencadena otra cosa que un enorme complejo de culpabilidad privado, la obesidad del delantero centro se convierte casi, casi, en una cuestión de Estado, motivo de sesudo análisis científico. Que a nadie le quepa la menor duda de que si Ronaldo falla, en Barcelona se reirán de él por gordo, y que eso podrá volverse en contra (publicidad negativa) de todos aquellos socios y abonados gordos del Real Madrid contra quienes se volverán a su vez los aficionados delgados, acusándoles: "¡Los gordos tenéis la culpa!", como si engordar fuera un vicio reprobable o una mala costumbre.

Si me preguntan mi opinión sincera, yo preferiría que Ronaldo engordara y engordara, y que, a medida que su peso aumentara en la báscula, fuera también mayor el número de goles que marcara. Serían en dicho caso los socios y abonados gordos del Madrid quienes podrían girarse hacia los flacos para responderles: "¡Anda que si no fuera por nosotros los gordos!"..., dejando por fin las cosas en su sitio. Se convertiría así Ronaldo en el mayor y mejor public relations de los gordos desde que a Pedro Pablo Rubens, un gordo genial y con gota, se le ocurriera pintar aquellas tres gracias que, cuatro siglos después, siguen dando la vuelta al mundo.

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