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Juan Manuel Rodríguez

Declaro la guerra al "papá representante"

Al recibir el premio al regreso más sonado del año 2000, la tenista estadounidense Jenifer Capriati dijo lo siguiente: “Espero no tener que volver jamás”. Es cierto que la suya fue una recuperación espectacular tras una irrupción de esas que quitan el hipo; Jenifer lo tenía absolutamente todo para hacer historia pero fue víctima de su edad. Era una niña cuando empezó a jugar y el “star sistem” en el que se vio envuelta la vino lógicamente grande. Capriati desapareció del mapa a la misma velocidad que se introdujo en él. Después nos llegaron noticias de que se drogaba e incluso creo recordar que la pillaron in fraganti robando no sé qué en unos grandes almacenes. Ahora ha vuelto y ya no quiere marcharse nunca más. No es de extrañar tras su viaje a las catacumbas.

Desconozco si es el caso de Jenifer pero en muchas ocasiones los niños se convierten en un tubo de ensayo humano para sus padres. He declarado unilateralmente la guerra a los papás y las mamás que esclavizan a sus hijos esperando que sean algún día Tiger Woods o Marat Safin. De un tiempo a esta parte ha surgido la esperpéntica figura del “papá representante”. El hijo en cuestión tiene que ser Raúl y ganar mil millones al año. El papá empieza a buscarle intermediario al niño desde el tercer mes de gestación; ahora las ecografías facilitan mucho la labor: si es niño será Zidane; si es niña, Martina Hingis. “Seremos todos felices y los domingos iremos a comer al Club 31 o a Zalacaín”. Pero no funciona así. En la mayoría de los casos el niño acaba harto del tenis, manda al papá a paseo y se fuga con una bailarina cubana poseedora del ombligo más redondo y más perfecto de todo el circuito. C'est la vie.

El 13 de mayo Morgan Pressel cumplió 13 añitos. La niña se ha ganado su derecho a participar en el Open de Estados Unidos de golf al entregar una tarjeta de 70 golpes. Su tío, que además ejerce de “caddie”, es el ex-golfista Aaron Krickstein. ¿Será feliz Morgan jugando al golf? ¿Le preguntaron a ella si quería jugar? La Asociación Americana de dicho deporte recoge como record absoluto la participación, allá por 1967, de Beverly Klass; tenía 10 años, 7 meses y 21 días. ¿Qué será de Beverly? Lo único que se sabe de ella es que no se sabe absolutamente nada. Ahora debería tener 44 años. Ella no pudo regresar como sí hizo Jenifer Capriati.

Deberíamos eliminar cuanto antes la nociva figura del “papá representante”. Los hay a cientos, a miles. Son una legión, apoyados en la barandilla de la ciudad deportiva, abriéndole los ojos al entrenador de turno. Mi amigo Ico Aguilar (magnífico extremo) sabe bien de lo que hablo. Tendríamos que impedir al “papá representante” que vea a su hijo como una letra del tesoro en pantalón corto, como una inversión en la bolsa del deporte. Habría que educar a papá.

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