El sistema de distribución de dinero que se estaba llevando a cabo hasta ahora finalizará en cuanto acaben los Juegos de Atenas que se inaugurarán dentro de diez días; esa fue una de las medidas que se adoptaron nada más conocer los casos de corrupción vinculados a la candidatura de Salt Lake City. En estos momentos, el sesenta por ciento de los ingresos va destinado al comité de organización, mientras que el otro cuarenta por ciento se divide en tres partes iguales, una para las federaciones participantes, otra para los diferentes comités olímpicos nacionales y otra para el propio COI. Después de Atenas el comité organizador "sólo" recibirá el cincuenta por ciento y las otras tres partes elevarán sus beneficios del trece al diecisiete por ciento del total. En teoría, la reducción de los ingresos de las ciudades tendría que disminuir también la posibilidad de corromper a los miembros del COI. Eso es en teoría, en la práctica...
¿Y por qué tanta prevención?... Al margen de lo que resulta obvio, (la gente se deja comprar) está claro que el denominado "Movimiento Olímpico" tiene ya muy poco que ver con aquel que soñara el barón Pierre de Coubertin, segundo presidente del COI. Los Juegos Olímpicos se han convertido en una empresa perfectamente engrasada y cuyo objetivo esencial es la generación de miles de millones de dólares. Al consolidar y expandir por todo el planeta dicho "Movimiento Olímpico", lo que hizo inconscientemente Samaranch fue multiplicar también la posibilidad de corromper a sus organizadores. El mismo reconoció que, después de Sydney, se quedaría contemplando la "lucha" por su sucesión. Nada que ver con el gesto deportivo y esencialmente caballeroso que Coubertin, reconocido por todos como el auténtico padre de los Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, tuvo con Demetrius Vikelas, cediéndole la presidencia al sostener que tal honor debía corresponderle a un ciudadano griego.