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El doctor Manfred Hoppner, último responsable de la medicina deportiva de la Alemania del Este, lo tenía meridianamente claro: "El deporte de competición y el deporte por el bien de la salud son cosas distintas. El deporte de competición empieza donde el deporte saludable termina". La afirmación de Hoppner nos conduciría directamente a una aserción inverosímil: el deporte profesional no es saludable sino competitivo. Por lo tanto "salud" y "competición" serían dos términos opuestos. No me gustaría meterme en la cabeza de un tipo como Hoppner pero, leyéndole entre líneas, creo que él plantea más o menos lo siguiente: "Si usted quiere ganarse la vida como deportista y resultar competitivo, tráguese esta pastillita roja e inyéctese esta agujita azul. No le hablo de un simple ejercicio saludable o de quitarle ese exceso de barriguita que le sobra; le estoy hablando de dinero, mucho dinero. Esto es un negocio... ¿Está usted dispuesto a jugarse su salud a cambio del bienestar económico?" Y el caso es que muchos deportistas responden que "sí" a esa pregunta. El fin justifica los medios.
 
Ahora ha estallado por los aires la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) después de que el británico Greg Rusedski denunciara que la mitad del circuito se dopa. ¿Es Rusedski un hombre valiente o por el contrario es un chivato? Yo creo que más bien esto último porque su denuncia llegó después de que le pillaran a él y porque no dio los nombres de quienes también recurren a los fármacos. El otro día envió un comunicado oficial a la cadena de televisión "Sky News" en la que confirmaba que había dado positivo por nandrolona, un esteroide anabolizante, y añadió a continuación que él nunca se había dopado. Rusedski puede ser perfectamente otra víctima de un error de laboratorio, pero lo que ha hecho ha sido poner en marcha el ventilador: "si yo estoy manchado, el resto también".
 
¿Es posible que a Rusedski le dieran la "pastillita roja" sin que se diera cuenta? Lo dudo. Es probable, sin embargo, que decidiera hacerse el sueco, mirar hacia otro lado dejando que le transformaran sin su consentimiento expreso en uno de esos "deportistas profesionales" sacados del catálogo del doctor Hoppner. Por si fuera poco ahora sale también John McEnroe y dice que a él le doparon durante seis años con un esteroide para caballos hasta que se dio cuenta de que era demasiado fuerte incluso para los animales. Y si un tenista con aquella prodigiosa muñeca entró también en esa dinámica, ¿qué no estarían dispuestos a hacer los demás? Deporte y trampas empiezan a estar demasiadas veces relacionados.

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