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Juan Manuel Rodríguez

Desamor del "jugador número doce"

¿Quién va a pagar una entrada para ver a los tristes de la selección de fútbol, cuando las televisiones ofrecen gratis el Gran Premio de Mónaco o Roland Garros?...

El problema de la selección española de fútbol es que su hoja de servicios ocupa sólo medio folio. Un cuarto puesto en un Mundial que se nos pierde en la memoria de los tiempos, otro Campeonato de Europa cuando Antonio Machín empezaba a cantar sus "angelitos negros" y la vana ilusión de lo que pudo haber sido otro Europeo, aquel disputado en la vecina Francia, que se nos esfumó tras colarse por debajo del portero vasco Luis Arconada. Punto. No hay más. O, para ser exactos, sí hay más, mucho más; hay frustración, hay desesperación y hay desilusión a partes iguales. Un cóctel peligroso que empieza a minar (se pudo ver claramente el otro día en Mestalla) la inquebrantable moral de los aficionados españoles.
 
Luis Aragonés está a puntito de cumplir un año sentado en el banquillo de la selección nacional. El veterano entrenador madrileño dice que le gustaría "ganar y enamorar", dejando entrever que, por ahora, ya tenemos suficiente con ganar. Pero, ¿ganar a quién?... Y enamorar, ¿con qué?... Nos las vemos y nos las deseamos para abrirnos paso hacia el Mundial de 2006 ante equipos de la talla internacional de Serbia, Lituania, Bélgica y Bosnia. Es bastante lógico, por lo tanto, que los amantes del deporte "se pasen" a la Fórmula Uno o el tenis, disciplinas dominadas por Fernando Alonso o Rafael Nadal. Supuso una alegría para todos poder ver en acción a Rafa, gritando el característico "¡vamos!" heredado de Arancha Sánchez Vicario, otra brava. Y, además de hacernos vibrar, Nadal gana... ¿Qué más se puede pedir?... ¿Quién va a pagar una entrada para ver a los tristes de la selección de fútbol, cuando las televisiones ofrecen gratis el Gran Premio de Mónaco o Roland Garros?...
 
El deporte es un divertimiento, un "show", un espectáculo. Los deportistas profesionales están para alegrarnos la existencia. Los Raúl, Puyol, Torres y compañía tienen la obligación de ilusionarnos a nosotros y no al revés. La Federación tendría que sentarse a analizar este desamor del "jugador número doce" porque, sin titulos que poder llevarse a la boca ni alegrías que poder darle a nuestro cuerpo, la relación entre los aficionados españoles y su selección de fútbol empieza a adquirir tintes ciertamente masoquistas. ¡A trabajar, Ángel Villar!

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