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Juan Manuel Rodríguez

Don Pelayo en Salt Lake City

No querría yo que Dieter Brandau se molestara por las opiniones que he vertido últimamente acerca del "fenónemo Muehlegg". Resulta que mi compañero es español de ascendencia alemana, seguidor del Real Madrid y "redondista" acérrimo, como servidor y picapedrero. Dieter explica la economía con una claridad tal que a los legos en la materia nos entran unas ganas locas de irnos corriendo a invertir unos euros en la Bolsa, que además pilla muy cerca de la Cadena Cope. Por eso cuando el otro día le vi por la radio, me acerqué y le dije: "¿No te habrás enfadado conmigo por lo de Muehlegg, verdad?". "En absoluto. Además estoy de acuerdo contigo". Si Dieter optara a la presidencia de la federación de deportes de invierno (difícil), y yo tuviera derecho a voto (imposible), apostaría por él.

Ahora el aluvión Muehlegg es imparable. Si tras la primera medalla de oro se descorcharon botellas y botellas de cava, y tras la segunda intervino la ministra para defender a Juanito de los ateos, con la tercera -y con el "runrun" ruso a propósito de la alta tasa de hemoglobina detectada en su sangre antes de correr los 50 kilómetros- ha sido el propio presidente Aznar quien, desde Madrid, ha pedido que "no se deje sólo a Johan". Don José María sabe mejor que nadie que el deporte da votos, y hay que blindar cómo sea los tres oros obtenidos por este super-atleta. Además, quién sabe, Muehlegg puede resultar al final un fenomenal escolta para Moncloa.

Era de esperar que esto fuera así. Pero casi me caigo de la silla al leer un editorial del diario "Marca" en el que se compara a Muehlegg... ¡con Don Pelayo!... La comparación me parece un pelín exagerada. Tampoco mucho (no vaya a ser que se enfade doña Pilar del Castillo y me haga pasar otra vez por la selectividad), pero sí un pelín. Además, como Don Pelayo murió hace doce siglos, tampoco él puede darnos su opinión sobre tal comparación. Johan ha logrado tres medallas -hecho inédito- para España en unos Juegos de invierno. Don Pelayo, allá por el siglo VIII, es considerado por todos como el "cerebro gris" de La Reconquista, después que los musulmanes invadieran la Península Ibérica. En la batalla de Covadonga, el caudillo astur mató a Alqama e hizo prisionero a don Oppas, lo que desencadenó la muerte de Munuza en el valle de Olalíes, y la posterior retirada musulmana. ¿Qué diría don Pelayo? Aunque no esquiara, él también se mereció alguna medallita. Y un editorial diferente de "Marca" ¿O no?...

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