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Juan Manuel Rodríguez

El Actor´s Studio en La Madeleine

En el ascenso a La Madeleine, contenido, al más puro estilo James Stewart; subiendo el Glandon, especialmente dramático, como Aurora Bautista en “Locura de amor”, lloriqueando y llamando continuamente al coche del US Postal (“¡No está muerto, está dormido!”). A los pies del literario Alpe D´Huez, espléndido, desatado, como Gene Kelly en “Bailando bajo la lluvia”. Si por mí fuera le daría ahora mismo el Oscar al mejor actor principal a Lance Armstrong, el segundo ciclista estadounidense en conseguir la victoria en la etapa reina del Tour de Francia a lo largo de toda la historia. Estuve a puntito de pedirle un “bis” pero, a pesar de que él mismo reconociera que había estado “jugando al póquer” durante todo el día, me pareció un poco excesivo devolverle a La Madeleine para que repitiera su actuación tras la “matiné”.

Lo primero que hay que decir es que Lance Armstrong debe andar como un cohete si, además de pedalear, le queda tiempo suficiente para actuar en un etapón como el del martes. Es probable que el mejor ciclista del mundo le haya dado, de paso, un toque de modernidad al mundo de la bicicleta. Frazier confesaba que nunca sabía si Alí trastrabillaba porque estaba “groggy” o porque, en un ligero descuido, pretendía rematarle. Él, por si acaso, nunca se le acercó demasiado y pasados los años aún alberga la duda. Ayer Telekom no dudó y puso un tren presuntamente inaguantable para el desfallecido Armstrong. Es curioso, pero el equipo de Jan Ullrich le hizo todo el trabajo al líder del US Postal. Una jugada magistral.

El americano tiene que estar muy seguro de sus fuerzas por otro motivo: al pelotón no le gusta la soberbia, tiene memoria de elefante y suele devolverle la moneda a quien se jacta de su superioridad. En su estrategia actoral, Armstrong sólo cometió un error, confesar públicamente que había estado interpretando el papel de Caperucita Roja. No pudo aguantarse y, como el ladrón que comete el robo perfecto, gritó a los cuatro vientos: “¡He sido yo, estoy aquí, pónganme las esposas y se lo cuento todo!”. Veremos si eso le pasa factura a lo largo de la carrera.

A partir de ahora los periodistas deportivos tendremos que aprender también a interpretar los gestos. Ángel Cappa solía decir que “el fútbol es el arte del engaño”. No sé si ese arte, en el que Lance Armstrong ha demostrado ser un consumado experto, será bien visto entre los ciclistas porque, hasta la fecha, nadie se tiraba a la piscina simulando un penalti en plena ascensión.

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