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Este jueves estuve en los "Estudios Buñuel", acompañando a todos los compañeros de Radiogaceta de los Deportes en sus bodas de oro. Alfonso Sánchez, el jefe de emisiones de Radio Nacional, tuvo a bien invitarme y yo acudí gustoso. Allí me encontré con viejos amigos y, sobre todo, con voces conocidas de desconocidos íntimos y cercanos. Y no es una contradicción aunque lo parezca. Por ejemplo, la voz del histórico Miguel Vila que empezó en La Casa del Reloj, un programa infantil que nada tenía que ver con la información deportiva. Identifiqué su voz nada más oírle.

Me puse a charlar con Manolo Velázquez, y fue precisamente él quien, tras presentarme, dio en el clavo: "Ahora ya sé quien eres... Las voces os delatan". Era muy bonito aquello de que mi voz me delatara. Hay una leyenda urbana que dice que Mick Jagger se mantiene así de joven gracias a que, cada cierto tiempo, renueva su sangre. A mí me renovó lo que me dijo Velázquez, y al ver cómo Juan Manuel Gozalo, jovial y hechizado, subía corriendo al estrado, me di cuenta de lo mucho que me gusta este oficio de la radio.

Si el maestro Juan Antonio Fernández Abajo, en vez de haberse dedicado a la radio hubiera sido economista o ingeniero, su voz nunca le habría delatado. Han pasado cincuenta años y su físico ya no es el mismo... ¡pero su voz!... Su voz le delata, como diría Velázquez. ¡Qué voz!... A Juan Antonio le preguntaron por cómo surgió Radiogaceta, y él, sincero, aclaró: "Pues no sé cómo nació, sería por ciencia infusa". Y quizás fuera como él, irónico, dijo, porque no hay nada más infuso ("saber no adquirido mediante el estudio") que una voz, y Radiogaceta –como todos los grandes programas radiofónicos de nuestro país– se edificó entorno a muchas de esas voces que inevitablemente descubren, aunque no lo pretendan, a aquellos que las emiten, como una alarma vital, un chivato que sólo quedaría desactivado por el silencio más absoluto, la eterna y permanente callada por respuesta.

Me fui de allí pensando que ojalá mi voz me delate durante mucho más tiempo. El medio siglo de Radiogaceta me revitalizó, como a Jagger (o David Bowie, quién sabe) le ocurre con su cambio de sangre. Ojalá el hechizo me dure por lo menos cincuenta años más. Ojalá me delate mi voz. Ojalá siga activo el "chivato" de la voz. Ojalá.


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