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Juan Manuel Rodríguez

El cliente siempre tiene razón

Los Nuggets acaban de rascarle el bolsillo a su entrenador, el irascible Dan Issel. KUSA-TV le pilló in fraganti en plena trifulca con un espectador. Las imagenes de Issel gritando "¡vete a beber otra cerveza,... mejicano pedazo de...!" dieron mil veces la vuelta a Denver y, puesto que su protagonista es también miembro del Salón de la Fama desde 1993, recorrieron los Estados Unidos de cabo a rabo. La inmediatez televisiva.

A los máximos responsables de los Nuggets, equipo en el que Issel lleva toda la vida, no les quedó otro remedio que darle un escarmiento en forma de multa millonaria: veintiún millones de pesetas. El sistema "made in USA" de "quien rompe paga" es una de las revoluciones pendientes de nuestro deporte. El entrenador perdió los estribos y arrastró por los suelos la imagen de su equipo, pero fue él mismo quién pagó a la postre su mala cabeza. "Nuggets S.A." demostraba así que la ciudad de Denver está por encima del bien y del mal (todos ellos son clientes potenciales al fin y al cabo).

Es una de las cosas que me maravillan de los Estados Unidos de América: el cliente siempre tiene razón. Issel estará probablemente sometido a una presión insoportable, se sentirá incomprendido y sufrirá porque a su equipo le meten canastas hasta en el minuto de silencio. Pero tiene que tragar. Para ser exactos, también le pagan por tragar. El deporte profesional americano está concebido realmente como un "show", una función familiar, una alternativa al cine o a pasar un día en el campo. Cada pieza debe encajar como si se tratara de un reloj, y el espectador es el corazón de la maquinaria. Castigando a Dan Issel, Nuggets está diciendo: "disculpen ustedes las molestias, no volverá a suceder nunca más". Porque el espectáculo está basado en la fidelidad.

En España, no. Aquí en España se premian las "peinetas", las "butifarras" y los saltitos de la rana al "estilo Cordobés". Aquel día que Clemente agarró del cuello a un periodista, la Federación debería haberle multado con cincuenta millones de pesetas. Al minuto siguiente de que J.B. Toshack se dirigiera con descaro provocador al público de Riazor, Lendoiro tendría que haberle endilgado un cepillo de veinticinco "kilos". Pero era más fácil ver "un cerdo volando" a que rectificara el galés.

A Florentino Pérez (que ganó las elecciones con un agresivo sistema de voto por correo) le va, como a mí, esta historia americana. Sus trabajadores –futbolistas– son comerciales de alto standing al servicio de una marca: Real Madrid Club de Fútbol. El cliente va al fútbol. El cliente compra camisetas, banderines y gorritas. El cliente siempre tiene razón. Por eso el otro día, cuando los jugadores rehuyeron el contacto directo con los aficionados tinerfeños, se pilló un enfado monumental. Porque Raúl debe ir, puerta por puerta, ejerciendo de "testigo del Madrid". Avon llama.

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