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Llevamos sólo dos jornadas de Liga, y los árbitros ya se han erigido en la diana preferida de todo el personal. Es cierto que los buenos colegiados españoles son francamente buenos, y que los malos son tétricos, espantosos, casi ridículos (sirva recordar aquí y ahora, para resumir gráficamente esto último, aquella "lipotimia" salvaje de Prados García ante Ceballos y el consiguiente cachondeito que produjo el vahído del jienense).

Pero siendo cierto todo lo anteriormente expuesto, también es necesario reiterar que el árbitro en nuestro país sirve de escudo protector a demasiada gente: a jeques del balón que no tienen su tarde o que, simplemente, están deprimidos o han discutido con la parienta; a pseudo-directivos que no pueden justificar de ninguna manera sus millonarios y excéntricos desembolsos; también a aficionados y (para qué ocultarlo) a periodistas.

En ciento ochenta minutos de juego, Mendieta, Carlos, Etxeberría, Losada y Munitis han elegido el dudoso arte del engaño, lo que conocemos como "piscinazo", para burlar al colegiado. Y en las cinco ocasiones picaron el anzuelo. Darle gato por liebre al árbitro cuesta, si al final te multan, cincuenta mil pesetillas. Barato, barato en un deporte que mueve miles y miles de millones.

En el fútbol inglés mentir está muy mal visto. Hace tres temporadas, en un partido que jugaban Arsenal y Liverpool, el delantero Robbie Fowler intentó que el colegiado rectificara un presunto penalti que había pitado ¡a su favor!... Cayó ante Seaman, y el juez de la contienda señaló la pena máxima cuando el portero no le había tocado. Fowler quiso tirar el penalti, y curiosamente falló.

Recuerdo que la imagen de Robbie, inconsolable por sus rivales tras la negativa del árbitro a rectificar su decisión, dio la vuelta al mundo. El fingimiento se había convertido en habitual. Ver a un futbolista tratando de abogar por el "fair play" era noticia mundial de primera plana. En España nadie lo comprendió, pero los "Pepitos Piscinas" de turno deberían calcar el ejemplo del bueno de Robbie. Tendrían que copiar cien veces "no mentirás nunca al colegiado".

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