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Juan Manuel Rodríguez

El "expreso de Waco" no saldrá más

Uno de los mayores placeres que nos ha ofrecido el deporte en los últimos años ha sido ver correr a Michael Johnson, alias "expreso de Waco", alias "la esfinge", alias "Supermán". Ahora que ha decidido retirarse cuando acabe 2001 me veo en la obligación de recordar su figura, y lo que ha supuesto para la velocidad uno de los atletas más sui generis de la historia.

Hace muy poco recogíamos aquí mismo el fallecimiento del legendario Emil Zatopek; lo más destacado del checo (otro heterodoxo) era sin duda el corazón. Pues bien: en el caso del tejano Johnson se repite exactamente la misma historia pero con una diferencia. Mientras Zatopek braceaba sin ton ni son, buscando una brizna de aire fresco y con una cara de inagotable sufrimiento, el americano es imperturbable, rocoso; tarda en arrancar, le cuesta "meterse en su papel", pero una vez que lo consigue sabes que llegará el primero. Nadie corre así, como si se tratara de un dibujo animado en rebeldía (sólo le falta dejar tras de sí el típico reguero de humo que levanta el Correcaminos). Quien le bautizó como el "expreso" acertó plenamente, porque pareciera que nosotros estamos en la estación mientras mister Johnson pasa a toda velocidad por delante nuestro leyendo el Financial Times, escuchando a "Supertramp" en el "walkman", serio y circunspecto, concentrado, hermético, cuadrado. Quien le llamó la "esfinge" también dio en el clavo, porque eso es lo que es, una esfinge como la de Beocia que plantea en cada carrera el siguiente enigma: ¿Cómo es posible que corriendo de esta forma siga siendo el más veloz? El corazón tiene la culpa.

Así, el discípulo de Clyde Hart pulverizó el récord mundial de 200, 400 y 4x400 metros en 1996, 1999 y 1995 respectivamente. Con esa forma tan peculiar de moverse por la pista (un amigo mío la definiría como "picassiana") ha ganado siempre la medalla de oro en sus tres especialidades desde Tokio'91 hasta Sevilla'99. Recuerdo que una vez le pregunté a Orantes por qué no le cambió a Berasategui –alumno suyo cuando empezó a jugar al tenis– la forma de coger la raqueta (resulta que golpea el drive igual que el revés, sin cambiar el grip); Manolo me respondió: "Traté de hacerlo, pero con los obuses que mandaba me dije ¿y para qué?". Lo mismo debió pasarle a Hart... ¿y para qué? Yo he disfrutado como un cosaco viendo volar a Michael Johnson, uno de los mejores atletas de la historia. En 2002 ya no saldrá, aunque para eso inventaron el vídeo. Aún así, para verlo con tranquilidad habrá que congelar la imagen. Porque este expreso no llega con retraso.

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