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Hace poco volví a ver una película de los cincuenta, en blanco y negro, y dije algo que jamás supuse que diría: "Ya no se hace cine como este". Si eso es cierto (que probablemente lo sea) es porque ya no hay actores como los de antes (este en concreto era Gary Cooper), ni tampoco guiones inteligentes. "El orgullo de los Yankees", que es la película a la que me refiero, cuenta la vida de Lou Gherigh, uno de los mitos del deporte en Estados Unidos y un bateador de una calidad inigualable; a Gherigh empezaron llamándole patoso, pero acabó siendo el relevo natural de otro gigante como Ruth y un orgullo para los New York Yankees.

Magnífica película, ideal para un periodista deportivo de lágrima fácil, "fan" de aquel actor larguirucho que no sabía nunca qué hacer con las manos.

Hoy en el Yankee Stadium se recuerda a Gherigh y a Ruth, pero a quien se anima es a Darryl Strawberry. Y es curioso, porque nunca está en el campo. Strawberry, "la sonrisa del millón de dólares", lo tenía todo para convertirse en uno de los mejores bateadores de la historia, y sin embargo arrastra tras de sí una larga historia de noticias desastrosas. Cuando su brazo izquierdo era una factoría de conseguir "home runs", a Darryl le falló la cabeza. Dicen que Ruth llegaba muchas veces borracho a los entrenamientos, y que eso nunca le afectó en su juego; a Strawberry sí. Empezó a hincar el codo y terminó ingresado en un centro de rehabilitación a comienzos de los noventa. En 1995 dio positivo por cocaína en un control antidopaje y fue suspendido durante dos meses; tres años más tarde, cuando todo parecía olvidado, le diagnosticaron un cáncer de colon. Fue superior a sus fuerzas. Se saltaba las sesiones de radioterapia y un buen día, simplemente, desapareció. Meses más tarde fue detenido en Tampa tras solicitar los servicios de una prostituta.

En agosto le extirparon parte del intestino, y vuelta a empezar. Ahora ha sido suspendido por un año y parece que su carrera ha finalizado. Ha cumplido ya los 38 y tiene un desafortunado registro: ha sido el jugador al que más veces suspendieron por drogas en la historia de la Major League. La "sonrisa del millón de dólares" sigue cobrándolos (cerca de 150 millones de pesetas al año), pero su rostro sólo refleja la tristeza de un bateador con muy mala suerte.

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