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Juan Manuel Rodríguez

Emociones artificiales

La maquinaria necesita fabricar superhéroes que tengan organismos a prueba de bomba, cuerpos capaces de subir el Izoard, y luego el Galibier o la Croix-de-Fer, y más tarde Colombiere.

La gente quiere emociones fuertes. Seguro que los dueños del Parque de Atracciones saben a lo que me estoy refiriendo. Cuando has montado cuatro o cinco veces en "El Aserradero" ya te lo conoces de memoria. Y entonces hay que inventarse "El Tornado", y luego "La Turbina", y después la "Lanzadera". Preguntado sobre la operación de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil que acabó este martes con la detención de cinco personas –entre ellas Manolo Saiz, director del equipo ciclista Liberty Seguros–, el señor Jean-Marie Leblanc, todopoderoso director del Tour de Francia, ha declarado que los juicios prematuros hacen mucho daño. Y tiene razón. No haré, por lo tanto, ni un sólo juicio prematuro de lo acontecido ayer en la madrileña calle Zurbano hasta conocer la opinión del juez, que para eso es el único profesional.

Por lo demás, a nadie sorprenden ya ni esta ni otras redadas similares, casi todas relacionadas con el mundo del ciclismo. Estoy de acuerdo con Vicente Belda en que esto es una cuchillada por la espalda a su deporte, pero hay que especificar que quienes "acuchillan", por seguir empleando la terminología del director del Comunidad Valenciana, son aquellos que pretenden hacer caja poniendo en riesgo la salud de los demás. ¿Y por qué se pone en riesgo la salud de los ciclistas? Porque aquellos que mueven los hilos en la sombra tienen la imperiosa necesidad de garantizarnos emociones fuertes, emociones artificiales. Cada día más alto. Cada hora más fuerte. Cada segundo más lejos. Ya lo hemos visto casi todo. Hemos montado cien veces en "El Tornado". Nos conocemos de memoria "La Lanzadera". ¿Y ahora qué? El negocio demanda jabatos. La maquinaria necesita fabricar superhéroes que tengan organismos a prueba de bomba, cuerpos capaces de subir el Izoard, y luego el Galibier o la Croix-de-Fer, y más tarde Colombiere. El marketing no necesita deportistas que desfallezcan sino gladiadores que, tras coronar Alpe D'Huez, sean capaces de mirar a la cámara y, con la mejor de sus sonrisas, prometer a todo el mundo que al día siguiente continuará el espectáculo. Mañana "La Turbina". Y luego "El Aserradero".

El negocio pudre el deporte, y no hay más que echarle un vistazo por encima a lo que está sucediendo en el "calcio" para darse cuenta de ello. Patrick McQuaid, presidente de la Unión Ciclista Internacional, afirmó en la gala de presentación del Tour de Francia de 2006 que él quería ciclistas que desfallecieran, corredores que atacaran, deportistas cuya excelencia y sacrificio fueran capaces de atraer a los jóvenes. Estoy de acuerdo con él. Apostemos por un ciclismo de verdad, un deporte cierto, un esfuerzo que no le cueste la vida a nadie. Los X-Men sólo existen en los cómics de la Marvel. Dejemos las emociones artificiales para los parques de atracciones, ¿no les parece?

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