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Juan Manuel Rodríguez

En Barcelona y en la Luna

Si para algo sirve este 3-3 es precisamente para saber que este equipo sí puede jugar bien. Puede que sea ése un pequeño paso para los madridistas, pero a lo mejor representa un gran paso en la carrera profesional de Fabio Capello.

Debió escuchar Fabio Capello al histórico Ignacio Zoco Esparza cuando, rebosante de madridismo por los cuatro costados, dijo, con un par, que el Real podía ganar en Barcelona y en la Luna si se lo proponía. Y debieron revisar también los jugadores merengues el vídeo de lo sucedido sólo cuatro días antes en Anfield Road, cuando el Liverpool, aprovechando el factor sorpresa, se defendió atrincherando la portería de Valdés, presionando muy arriba y ahogando la salida del Barça de Rijkaard. As que, acelerados por la frase del mítico central navarro por un lado y motivados por la forma en que afrontaron los reds su partido de Champions por el otro, el Apolo XI de Capello alunizó en uno de los cráteres del Camp Nou dispuesto a dar un paso de gigante en la Liga. Sí me pareció, todo sea dicho de paso, un poco lunática la actitud de algunos aficionados del vigente campeón de Europa gritándole eso de "¡así, así, así gana el Madrid!" a un equipo que, por si alguien no lo sabe todavía, lleva ya cuatro años sin llevarse un título a sus vitrinas.

No daba crédito a lo que estaba viendo. ¡El Real Madrid jugando al fútbol! ¡Si hasta jugaba Diarra! Corría el minuto 5 de partido y ya estaban por delante en el marcador los blancos después del tanto de Van Nistelrooy. Era como si, tras haber encajado un gol tan tempranero en Munich, el Madrid, acostumbrado a ser siempre el primero en todo, quisiera marcarle al Barça antes de transcurridos los primeros diez segundos de partido. Llegaba el empate de Leo Messi en el minuto diez, pero, a renglón seguido volvía a adelantarse el Real con gol del "9" holandés de penalti. El toma y daca era continuo y, poco antes de alcanzar la media hora de partido, otra vez Messi empataba el encuentro. Sabedores ya de que aquel Real no era el Real que habían visto en los resúmenes de la tele, los culés empezaron a elaborar más las jugadas y el balón, primero, y el partido, después, pasaron a ser suyos. Estaban a puntito de irse a la ducha cuando el Madrid vio de nuevo la luz al final del túnel tras la inexplicable y absurda autoexpulsión de Oleguer. Volvía a cambiar el partido.

El empate sabía a poco, y el nuevo guión –uno escrito por Steven Spielberg en el que el Real Madrid se reenganchaba a la Liga y llegaba a la última jornada empatado a puntos con Barcelona y Sevilla– forzaba a los merengues a ir a por todas en la segunda parte. Definitivamente no tenía razón Helenio Herrera y es mucho mejor jugar con once, y hasta con doce si te dejan. El Barça quería seguir mandando con un jugador menos sobre el campo pero no podía, y el Real empezó a rondar peligrosamente el área de Valdés. Van Nistelrooy, que pudo haber salido hoy pichichi de la ciudad condal, tuvo tres ocasiones muy claras entre los minutos 64 y 68, pero fue Sergio Ramos, de espaldas a la portería y con la coronilla, quien adelantaba a su equipo otra vez en el marcador. Quedaban sólo 18 minutos para la conclusión del encuentro.

Entre ocasiones de unos y otros, aunque más del Madrid, llegó el minuto 90 y volvió a surgir el inmenso Messi, la figura del partido. El golazo del argentino salvaba a su equipo de una derrota segura en casa e impedía que el Real se tomara en serio el remake liguero de "E.T." Puede que el partidazo de hoy no haya gustado demasiado a los entrenadores profesionales, pero yo me he divertido un montón. He visto fútbol y he disfrutado de seis goles. Y, después de no se sabe cuánto tiempo, he vuelto a ver jugar al fútbol al Real Madrid. Si para algo sirve este 3-3 es precisamente para saber que este equipo sí puede jugar bien. Puede que sea ése un pequeño paso para los madridistas, pero a lo mejor representa un gran paso en la carrera profesional de Fabio Capello.

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