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Juan Manuel Rodríguez

Entradas con derecho a morir

La verdadera tragedia del estadio Ellis Park –exceptuando la pérdida irreparable de 43 vidas y los 160 heridos de diferente gravedad que permanecen ingresados– es que el espectáculo dantesco del otro día volverá a producirse dentro de una semana, un mes o un año. Al socaire de la venta de entradas ilegales viven un porrón de mafiosos que juegan con la vida ajena lo mismo que apuestan al 13, impar y falta, en la ruleta de su casino preferido. En España lo conocemos como "tifus", pero lo más triste del asunto es que el microbio que genera esta enfermedad anda sobre dos patas y dice ser animal racional. La única razón del truhán es el pelotazo y el interés es variable (en Sudáfrica, 43 víctimas; en Guatemala, en el año 1996, otras 80).

Se van a cumplir cien años desde que el 5 de abril de 1902, en el Ibronx Park de Glasgow, se produjera la primera debacle de similares características a las de Ellis Park (dejo conscientemente de lado las avalanchas humanas, los incendios en las gradas o los asesinatos puros y duros). Aquel día se enfrentaban las selecciones de Escocia e Inglaterra; en un campo que podía albergar 40.000 espectadores entraron al final 60.000. El resultado de la ecuación no pudo ser más macabro: 40 muertos y 160 heridos.

El 11 de febrero de 1974 el escenario fue el estadio Zamalek de El Cairo. El partido de fútbol que se iba a celebrar allí resulta lo de menos; normalmente entraban 40.000 personas pero ese día hicieron un esfuerzo y consiguieron meter a 80.000. Al final hubo 42 fallecidos y un total de 50 heridos. El 4 de mayo de 1992 los aficionados que se dirigieron al Furiani de Bastia (Córcega) para presenciar el encuentro entre el equipo local y el todopoderoso Olympique de Marsella, lo último que pensaron es que pudiera hundirse una tribuna auxiliar. Hubo 2.000 heridos y finalmente perecieron 15 de aquellos seguidores.

Hace relativamente poco tiempo (26 de octubre de 1996) en el estadio Mateo Flores de Guatemala murieron 80 personas y 150 más resultaron con heridas de diferente gravedad. El campo tenía una capacidad para 45.000 aficionados pero aquel día alguien hizo la "vista gorda" y dejó pasar a 55.000.

El otro día se produjo la penúltima en el estadio Ellis Park. Será noticia durante un par de días más y luego pasará a ser una cifra, un año, un partido perdido en la historia. ¿Hasta cuándo? Hasta que a alguien se le vuelva a ocurrir que puede poner a la venta entradas con derecho a morir, y que puede hacerlo en la más absoluta impunidad.

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