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Juan Manuel Rodríguez

Esperando al duende de Ronaldo

Ronaldo no marca, no ejecuta. Y es posible que, al igual que cuando goleaba no podía explicarnos racionalmente por qué lo hacía, ahora tampoco pueda decirnos qué es lo que falla exactamente.

Jürgen Klinsmann dice en "Los angeles blancos" que Ronaldo es único en el mundo por su ejecución. "Un día se encontró con tres o cuatro defensas delante, los dejó sentados y marcó (...) A partir de la primera vez, lo ha hecho una y mil veces". Y me parece que el gran delantero alemán está en lo cierto cuando asegura que esos movimientos que el brasileño realiza sobre el campo, esa forma suya de recibir en carrera, driblar al defensa y ejecutar, los tiene Ronaldo grabados en su cabeza desde que era un niño: "no lo puede racionalizar (...) Sabe que puede dejar sentados a los defensas, o desbordarlos, lo sabe sin lugar a dudas". Si los duendes surgen ese día, Ronaldo hace un partido memorable; si los duendes no están, Ronaldo desaparece igualmente.

Ronaldo, claro, necesita marcar para sentirse satisfecho sobre el campo y fuera de él y, por qué no decirlo, para justificar ante sus compañeros y la afición esa forma tan peculiar suya de interpretar el juego del fútbol. También en el Real Madrid ha atravesado el "9" brasileño momentos de mucha dificultad, pero ninguno parecido al actual. Ronaldo no marca, no ejecuta. Y es posible que, al igual que cuando goleaba no podía explicarnos racionalmente por qué lo hacía, ahora tampoco pueda decirnos qué es lo que falla exactamente. No sabe qué hace mal. Durante todo este tiempo Ronaldo ha tenido un don que le ha convertido en un futbolista único, pero ahora el don se hace de rogar. Las malas rachas de fútbol que, hasta la fecha, ha tenido el Real Madrid (y la verdad es que últimamente ha habido muchas) se relacionaban estrechamente con la sequía goleadora de Ronaldo, pero ahora resulta que el equipo golea con relativa facilidad y en muchas de esas ocasiones no es necesario que intervenga el mejor delantero del mundo. Paradójico, ¿no?

Otra paradoja más: Juan Ramón López Caro defiende a Ronaldo cuando precisamente está siendo su forma de trabajar (bien) con el equipo la que está "aislando" al goleador. Un día marca Robinho. Otro lo hace Guti. Al día siguiente llega desde atrás Cicinho. Luego Roberto Carlos. O Zidane. Y ahora vuelve Raúl... ¿Y Ronaldo? Dice López Caro que él escuchó aplausos cuando retiró al "9" del campo durante el partido contra el Alavés. A eso le llamo yo tener un oído fino, fino, pero fino. Seguro que, entre ochenta mil espectadores, alguno habría que aplaudiría a Ronaldo, seguro que sí. Pero no fue la mayoría precisamente. Entró Raúl y rugió el estadio Santiago Bernabéu. Salió Ronaldo y otra vez hubo pitos. Y es que a los aficionados del Real Madrid siempre les ha transmitido históricamente mucha más confianza la transpiración que la inspiración. López Caro tiene trabajo con Ronaldo, y éste tiene otra oportunidad el martes. A ver qué pasa. A ver si aparece el duende.

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