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¿Qué pasa en Francia? Deberemos convenir entre todos que, sobre todo de un tiempo a esta parte, el fútbol, baloncesto, balonmano y tenis franceses han dado un importantísimo salto cualitativo. ¿Qué sucederá en Francia? Muy fácil y muy difícil al mismo tiempo: nuestros vecinos tienen los mejores técnicos del mundo. Pongamos por caso el tenis. En los últimos veinticinco años, Francia ha conseguido dos títulos en la Copa Davis, un Roland Garros -el logrado por Noah en 1983- y veinticuatro títulos de la ATP. El máximo responsable de todo ello ha sido Patrice Hagelauer, propulsor de un sistema de trabajo del que se podrá decir de todo menos que no resulte exitoso. Lo que la federación británica (LTA, The Lawn Tennis Asociation) hizo hace dos años fue precisamente fichar al "cerebro gris" francés para implantar idéntica filosofía en las islas.

El tenis inglés es la cara opuesta del francés. Se aferran a la hierba como si fuera un clavo ardiendo, y lo único cierto es que dicha superficie sólo alberga un "Grand Slam" y cinco campeonatos de la ATP. Realmente Wimbledon se ha quedado sólo, aunque siga siendo el torneo más prestigioso del mundo. Si el tenis femenino es un deporte distinto al masculino (y que no se enfaden conmigo las mujeres), el tenis sobre hierba difiere radicalmente del que se juega sobre tierra batida. Hagelauer es consciente de todo ello y ya se ha puesto manos a la obra.

De momento, la LTA ha desembarcado en La Manga Club. No se trata de abandonar la hierba sino de aclimatarse a la tierra batida. Todos los tenistas ingleses, desde la categoría infantil hasta el mismísimo Tim Henman, tendrán que pasar durante los próximos cinco años por las instalaciones del club español. Inglaterra está huérfana de golpes liftados y eso se consigue jugando mucho sobre tierra. Pero aunque el de la superficie sea un asunto fundamental, no es el único problema inglés. Por ejemplo, no existen muchas pistas públicas y recibir una hora de clase puede llegar a costar quince mil pesetas. Este proceso de asfixia condujo a la federación inglesa a tener que importar talentos, sobre todo en el tenis femenino; tampoco funcionó, y jugadoras como Elena Baltacha o Anne Keothavong, ambas muy jóvenes, no han ofrecido resultados espectaculares.

Inglaterra deberá ahora tener mucha paciencia, la misma que se logra jugando sobre la tierra batida. Algún "hereje" sugirió cambiar la superficie de Wimbledon. Eso ya sería demasiado. Una cosa es buscar el esplendor de la tierra, y otra convertir el templo del tenis universal en una atracción de feria. El objetivo es "fabricar" muchos más Henman o Rusdeski, nunca acabar con una ilusión centenaria.

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