Menú

El título de la magnífica película del maestro Sam Peckinpah, el genio de la cámara lenta, me sirve para hablar del bochorno vivido el miércoles por la noche en el estadio murciano de La Condomina. Este es un clásico del fútbol español ensuciado por un grupo salvaje y decadente, una plaga que escuece al deporte desde hace demasiado tiempo. Como en el filme del 69, en Murcia tuvimos otro ejemplo más de lo que esa sociedad internacional de cerebros de chorlito es capaz de hacer. Aparece en los lugares más insospechados: en un partido regional, en la final de la Liga brasileña y ahora en Murcia; quemando contenedores, dando trabajo extra (como si no tuvieran ya suficiente) a las fuerzas de orden público, escondiéndose tras un pasamontañas. Sólo un pirado puede introducir en un campo de fútbol una botella de agua para luego vaciarla, llenarla de arena y jugar al tiro al blanco con el árbitro de turno.

Tras ver el resumen del partido, y sobre todo después de informarme sobre la actuación de Esquinas Torres, no concluí que aconteciera nada que enajenara de esa forma al personal. Era un grupo salvaje (otro más) organizando bulla. Hacía mucho tiempo que no veía una cosa igual, y las autoridades tendrían que ponerse manos a la obra para impedir que volviera a repetirse.

Indudablemente, fallaron las medidas de seguridad de La Condomina; no puede ser que volaran botellas de cristal, porque quien logra introducir eso en un estadio puede hacer lo propio con un cuchillo o una pistola. El Murcia pagará por la sinrazón de unos pocos, aunque a los pazguatos responsables del espectáculo les da lo mismo el desprecio de Pepe Mel, la clausura del campo o este artículo que estoy escribiendo. Hace falta algo más: desde la implicación de las autoridades hasta el reforzamiento de las medidas de seguridad. También la prevención y cuantas campañas sean necesarias promocionando el fair play; y, desde luego, es imprescindible que se persiga a los culpables como lo que son: delincuentes puros y duros. Ni uno sólo de los enajenados que participaron en la "intifada de la Condomina" debería poder entrar a un estadio en su vida. El miércoles no sucedió nada, pero mañana podría ocurrir una tragedia.

Afortunadamente pasaron a la historia aquellos tiempos en los que algún directivo "gaga" ofrecía protección a los ultras. Hoy eso ya no es así, aunque la Liga de Fútbol Profesional, la Federación y, desde luego, la secretaría de Estado para el Deporte tendrían que colaborar más estrechamente. Uno a veces tiene la sensación de que la Comisión Antiviolencia es sólo otro órgano administrativo que trata de recaudar dinero. El animal de bellota que le lanzó ayer un tomate al juez de línea estará ahora viendo los mejores capítulos de South Park, orgulloso y feliz, quien sabe si preparando la “tomatina” del domingo que viene. Alguien debería impedírselo.

En Deportes

    0
    comentarios