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Juan Manuel Rodríguez

Hasta el arcángel miró hacia otro lado

La transfiguración de Camacho en Clemente, o quizás viceversa, se ha trasladado también al campo de juego. Desde hace tiempo se viene advirtiendo una alarmante similitud entre el peor Clemente y el actual seleccionador nacional de fútbol. Sin entrar a debatir sus convocatorias (yo sigo sin comprender por qué Morientes se quedó fuera de la Eurocopa, o cómo es posible que Téllez tenga su oportunidad y no la tenga Aitor Karanka), lo cierto y verdad es que España parece jugar con respiración asistida, sin ideas y con recursos escasos. La definitiva transformación de Camacho en Clemente –empiezo a pensar que sean la misma persona ¿cuanto tiempo hace que no les ven juntos?– afecta también a su relación con la prensa, otrora aliada de José Antonio y hoy, desde su particular punto de vista, enemigo a batir. Cambiamos un vasco por un murciano y volvemos a las barricadas.

El partido que nuestra selección disputó en Córdoba contra la selección de Japón fue tan lamentable que hasta el arcángel, deseoso de contarles un partidazo a sus amigos los ángeles y los principados, tuvo que mirar forzosamente hacia otro lado. La selección nipona perdió pero ganó. Me explico: perdió por 1-0 (golito de Rubén Baraja en los "minutos de la basura") pero ganó porque con su acuartelamiento puso en muchos aprietos a un equipo infinitamente superior. Al "boina verde" y los Suzuka, Ito, Hato y compañía les importaba un bledo el fútbol y sólo pretendían arrancar de Córdoba unas migajas de prestigio. Y lo lograron. Con un sistema cavernario, encerrados y defendiendo por momentos hasta con nueve, pero lo lograron. Y España no tuvo llaves suficientes para abrir la defensa. Y Camacho no acertó con el equipo. ¿Se puede pedir menos?

Algún compañero trajo a colación, nada más concluir este drama en dos actos, el "hara-kiri" táctico del equipo nacional. Fue mucho peor que eso puesto que el suicidio fue inconsciente. La acción del "seppuku" (ahí está Yukio Mishima) contó durante mucho tiempo con un gran prestigio en Japón. Lo del miércoles por la noche no fue ni siquiera parecido.

Un año y dos meses antes de que empiece el Campeonato del Mundo para el que, salvo catástrofe, nos clasificaremos, ha llegado el momento para la reflexión. Pero no acerca de los posibles problemas sexuales de los periodistas deportivos, sino sobre el mal juego de España. Sigo creyendo que, desafortunadamente, concluyó un ciclo casi antes de que éste despegara. Cuando José Antonio Camacho se vaya no podrá alegar que le hicieron la vida imposible. Ahí seguirá el arcángel como testigo. Y los ángeles, dicen, no tienen sexo.

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