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Juan Manuel Rodríguez

Hasta que aparezca un "muñeco"

"Vivo ahí al lado, cerca del Bernabéu. ¿Os importa que vaya con vosotros? Me da miedo ir sola". Ese era el desesperado mensaje que lanzaba, justo detrás de mí, una señora a un grupo de jóvenes que iban a presenciar el Real Madrid-Barcelona. ¿Hora? Aproximadamente las siete de la tarde. Madrid se convirtió en un auténtico infierno, con "cerebros rapados" destrozando papeleras, aporreando automóviles y chuleando a la policía nacional. Elegí un mal día para ir al fútbol porque, sin comerlo ni beberlo, de pronto me vi inmerso en una batalla campal. Aceleré el paso porque me entró el más triste de los canguelos. Sabía que habían agredido a varios compañeros y rogué para mis adentros que nadie me reconociera por la calle. Saludé a Ricardo Altable, que montaba guardia en la puerta 0, y a Antonio Merino de El Periódico de Cataluña. Fue al día siguiente cuando me enteré de que un fotográfo de dicho diario, Antonio Jiménez, había sido brutalmente pateado. Al cruzar la puerta 57 y entrar, por fin, en el ascensor que me dirigiría al palco de la Cadena Cope, me sentí libre. Que triste ¿verdad señor Rajoy? Sentí miedo, y no fui el único, en mi propia ciudad, a la luz del día. Me acojoné (no podría decirlo de otra forma) y pensé en mi madre. ¿Y si me apuñalaran ahora?

Escucho al Ministro del Interior de mi país y, como diría un buen amigo mío, alucino en colores. ¿Que Mariano Rajoy propondrá a la Liga que impida el acceso de grupos ultra a los estadios de fútbol? El Real Madrid —porque es del club que hablamos— tiene perfectamente controlados a sus "ultras". Y no sólo el Real Madrid. Hace muy poco, Telemadrid se introdujo en una de esas redes de violentos. ¿Para qué sirvió? ¿Se hizo algo? ¿Se investigó? Florentino Pérez acusó a Lorenzo Sanz de tutelar a los violentos, de darles chance con fines electorales. Ahora, F.P. dice en Antena 3 que si los ultras no admiten las reglas del juego no podrán entrar al estadio. ¿Estamos todos locos?

Un compañero colombiano me explicaba hace tiempo que en su país, asolado por la guerra, nadie se da por enterado de nada hasta que aparece un muñeco. "¿Muñeco?", le pregunté. "Un muñeco... Un muerto". ¿Cuantos muñecos hará falta que aparezcan para que los clubes, la Federación y, por supuesto, las fuerzas de seguridad del Estado, actúen como es debido? ¿Serán los hooligans dueños definitivos de la calle? ¿Habrá que ir con escolta también al fútbol? Es alentador que el portavoz del Gobierno se solidarice con los periodistas agredidos... ¿Y cuando pasarán a protegerlos? ¿Cuando aparezca un "muñeco"?

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