El diario sensacionalista Bild se quejaba amargamente el otro día de que hubiera sido "Don Nadie" quien hubiera marcado el empate ante el Borussia de Dortmund. Debe ser que al entrenador Sammer le habría lucido mucho más que el valioso gol lo hubiera conseguido Ronaldo o Raúl. Me contaba Miguel Gutiérrez –corresponsal de la DSF en España– que al empatar Portillo, todos los periodistas alemanes se lanzaron como lobos sobre sus colegas españoles. ¿Quién era? ¿De dónde había salido? ¿Cómo era posible que aquel chaval hubiera marcado un gol en los cincuenta y nueve segundos que había estado sobre el campo?
A "Don Nadie" ya le conoce todo el mundo en Alemania y eso vale dinero, mucho dinero. La imagen de Portillo, ese chaval que rentabiliza al máximo los "minutos de la basura" que puede ofrecerle ahora mismo Vicente del Bosque, se ha disparado. Lo sabe Jorge Valdano y es igualmente sabedor de ello Herminio Menéndez, representante del jugador, consciente de que está sentado sobre una auténtica mina de oro. El chaval está cobrando una miseria –teniendo en cuenta los sueldos que se barajan en el Real Madrid– y, aunque quisieron hacerle firmar otro contrato, la intención del ex olímpico es exigirle al club allá por el mes de mayo una ficha de doscientos millones netos por temporada. "Don Nadie" sería así, por fin, alguien dentro de ese vestuario.
De momento, Valdano quiere tranquilizar al chico completando su sueldo a base de halagos y una dosis intensiva de parafernalia argentina. El último piropo que le he oído pronunciar ha sido el de "iluminado", comparándole con Raúl que también quería triunfar por encima de todas las cosas. Pero a Portillo le hicieron un curioso contrato según el cual cobraba incentivos sólo cuando jugara al menos cuarenta y cinco minutos. Como sólo le hacen falta tres para marcar un gol, al chico tarda demasiado en llegarle el día de la paga.
Portillo me recuerda mucho a Isidro, aquel delantero del Madrid de Carlos Santillana que cuando el partido andaba realmente "atascado" salía al campo como solución de emergencia. E Isidro solía marcar, hasta el punto que más de uno tituló "otra vez San Isidro". Eran otros tiempos y si el bueno de Isidro hubiera tenido, como ocurre con los jugadores de ahora, un representante en condiciones se habría hecho millonario. Como le pasará a Portillo porque –hoy como hace cien años– en el fútbol mandan los goles, y éste chico los encuentra a pares.
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