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Juan Manuel Rodríguez

Historias del Valencia para no dormir

Siempre que oía a Quique Sánchez Flores ofreciendo una rueda de prensa como entrenador del Valencia salía con la amarga sensación de encontrarme frente a frente con un reo condenado a muerte

Siempre que oía a Quique Sánchez Flores ofreciendo una rueda de prensa como entrenador del Valencia salía con la amarga sensación de encontrarme frente a frente con un reo condenado a muerte, un preso que aprovechaba sus escasísimas salidas a la superficie para dar una rápida bocanada de aire fresco, fumarse un pitillito y regresar otra vez a las lúgubres y húmedas catacumbas de Mestalla, donde seguirían atormentándole. Me le imaginaba con el cinturón de San Erasmo bajo el traje o a puntito de sufrir la garrucha, con esa extraña sensación me quedaba siempre que oía a Quique hablando como entrenador del Valencia. No hay más echarle un vistazo a sus últimas palabras, muy en la línea de Valdanágoras –"pierdo un cargo, pero recupero una vida"– para darse perfecta cuenta de que a este hombre le han liberado de lo que él entendía que constituía un potro de torturas.

Sufría un montón Quique Flores y, por otro lado, se le notaba siempre demasiado distante y un pelín cínico e irónico con respecto a la efectividad de su trabajo en el club ché, como si tuviera la certeza de que, hiciera lo que hiciera, ganara lo que ganara, indefectiblemente le enviarían esa misma noche al motorista, y después al "señor Lobo" para que limpiara todas las huellas y no dejara ni rastro. Muchas veces, el técnico (ya "ex") del Valencia dejaba entrever también, aunque sin confirmarlo por las claras, que en aquel club el maltrato a la figura del entrenador se había convertido en una especie de tradición del consejo de administración, y en más de una ocasión me pareció vislumbrar que buscaba con sus palabras cierto paralelismo entre su propio caso y el de Rafa Benítez.

El Valencia es un club muy difícil, tanto como puedan serlo el Real Madrid o el Barcelona. Tan complicado es el Valencia que su director deportivo acaba de definir su situación como "irreversible", o sea que "no puede volver a un estado o condición anterior". Pero el Valencia es cuarto en la Liga, a 4 puntos del líder, y aunque en la Champions es último de su Grupo con 3 puntos, a tan sólo 1 del segundo, su situación parece de todo menos irreversible. Pareciera como si Miguel Ángel Ruiz se hubiera limitado a rubricar lo que otros deseaban ver escrito sobre el papel. ¿Cómo podría el bueno de Oscar Fernández darle la vuelta a una situación que el propio director deportivo considera que no tiene vuelta atrás? Es más, ¿cómo podrían haberle dado la vuelta Rinus Michels, Matt Busby, Ernst Happel, Bill Shankly, Jock Stein y Bob Paisley, los seis juntos y sentados en el mismo banquillo, a una situación que no la tenía?

Y, por último, Juan Bautista Soler, el "liberador" de Sánchez Flores, ese hombre que sufría tanto en el banquillo. Me parece que a Soler no le gustó nada que le pusieran entre la espada y la pared de tener que elegir entre Quique y Carboni, y creo que decidió prescindir de Carboni y a la semana siguiente ya estaba arrepentido. Probablemente desde ese día Soler se dedicó a observar al entrenador como un cuerpo extraño dentro del Valencia, alguien a quien había que soportar hasta que un director deportivo cualquiera escribiera sobre un informe que la situación era irreversible. Lo único irreversible que había ahí era la relación entre el dueño del club y el entrenador del equipo, y a eso ya le ha puesto remedio Miguel Ángel Ruiz, que para algo pasaba por allí.

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