Hacía más de setenta años que el Barcelona no sacaba tantos puntos al Real Madrid en tan pocas jornadas de Liga: nueve en siete jornadas. Mi impresión personal es que el equipo de Frank Rijkaard ha ido de más a menos, mientras que el Real Madrid ha experimentado una ligerísima, casi inapreciable, mejoría con Mariano García Remón sentado en el banquillo. El entorno del Barça saca las uñas -afiladas después de cuatro temporadas francamente aciagas-, pero los jugadores, muy inteligentemente, no quieren entrar en la guerra particular de sacarles más o menos puntos a los merengues. Los madridistas, por su parte, se acuerdan del nefasto inicio culé de hace tan sólo un año, augurando un final tan memorable como el que tuvieron los barcelonistas. Aquí quien no se conforma es porque no quiere...
Si Jaime Ortí continuara siendo presidente del Valencia seguro que habrían recurrido el partido contra el Sevilla por alineación indebida. Incluso el nuevo, Juan Soler, se lo pensó; luego llegó a su poder el acta arbitral y se dieron cuenta de que no podían echarse a todo el mundo en contra recurriendo un partido por los ridículos tres segundos (entrar y salir) que estuvo Aranda sobre el terreno de juego. El Sevilla fue mejor, y así lo reconoció el propio Claudio Ranieri al final del encuentro: "ganó el fútbol", dijo el italiano. El Sevilla es un equipo estajanovista, hecho a imagen y semejanza de su entrenador; será muy difícil ganarle.
El Atlético de Madrid ganó; lo hizo llorando y con mucho sufrimiento, pero la victoria vale exactamente lo mismo que la obtenida por el Levante en Soria: tres puntos. Por cierto que, después de una semana calentita, marcó Fernando Torres, y en un gesto muy expresivo se llevó el dedo pulgar a la boca como hacen los bebés. Hay quien dice que se lo dedicaba a una amiga suya que está embarazada, pero yo no me lo creo. El niño Torres se lo dedicaba, entre otros, a Javier Clemente que dijo el otro día en "El Tirachinas" de la Cadena COPE que estaba un poco "verde".