Luis Antonio de Villena explica que hay varias categorías de perdedores: el cobarde, el excesivo, el aceptador, el comprado; también el que no pudo, el que no quiso, el que cayó más lejos... Comenta que en todo perdedor hay un salto, y ese impulso le convierte en un aristócrata.
Ciertamente la corriente mayoritaria en el deporte actual no es esa; la aristocracia llega a través del triunfo, del éxito, y suele durar justo el intervalo de tiempo que hay entre la victoria y el inevitable fracaso. Aunque aún tenemos el ejemplo reciente del ¿nadador? guineano Eric Moussanbani, un perdedor nato dentro de la piscina, y sin embargo mucho más aclamado fuera de ella que los mismísimos Thorpe o Popov.
En el fútbol, sin embargo, la derrota no es tan acogedora porque el deporte rey es mucho más pasional. Si es verdad que cualquier perdedor, tarde o temprano, pega un brinco, el del equipo brasileño Ibis Sport Club se produjo en Recife, en el año 1938. Probablemente sus fundadores soñaran en aquella ocasión con que su club lo ganara todo, desde la Liga hasta la Copa Intercontinental, aunque 63 años después de aquello lo que reclamen para sí sea el título de peor equipo de toda la historia. Su presidente, el señor Pinheiro Caldas, lo hace con una dignidad aristocrática, de forma que al final tendrá algo de razón Luis Antonio de Villena.
Desde su creación, el Ibis ha recibido la friolera de 3.550 goles; aunque lo que realmente funde las estadísticas son los 62 tantos marcados (menos de un gol al año). Darío, jugador del Sport, se hizo grande gracias a los chicos de Recife, marcándole 11 en noventa minutos. Y en 1978, a lo largo de cuatro partidos, a este curioso equipo le marcaron 44 goles. ¿Se puede pedir menos? Si el Real Madrid (con ocho Copas de Europa) está ahogado económicamente, no extrañará a nadie que el señor Pinehiro Caldas se encuentre con el agua al cuello y reclame para sí —en un último y desesperado requiebro publicitario— el dudoso honor de ser proclamado como el peor equipo del siglo XX. Incluso ofrece los servicios de sus futbolistas como animadores, y ya ha propuesto el lanzamiento de la marca "Ibis" de ropa deportiva (él mismo reconoce que no será de muy buena calidad).
Allí querría yo ver a Fabio Capello, el especialista en forjar el carácter de un campeón. O a Louis Van Gaal, el científico de la estrategia. O al psicólogo de Benito Floro. Al Ibis Sport ya no le interesa ganar a nadie porque ha tardado 60 largos años en consolidar un carácter de perdedor nato, sin paliativos; una herencia de derrotas que le convierte, por abajo, en único en su especie. Y ser el último es tan serio como acabar el primero ¿o no?
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