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Juan Manuel Rodríguez

La filosofía del diez por ciento

"No le digas a mi madre que soy periodista, dile que trabajo como pianista en un club de alterne". Esa frase se extendió como la pólvora allá por los felices años veinte y retrataba lo desprestigiada que estaba por aquel entonces la labor de la prensa. Hoy, afortunadamente para aquellos que nos dedicamos a informar, ya no tenemos que engañar a nuestras madres y podemos decirle a los amigos con total tranquilidad que trabajamos en la radio (incluso conlleva cierto reconocimiento social). No creo que vaya a ocurrirle lo mismo al colectivo de los intermediarios, los "reyes del pelotazo" en el fútbol. Si es cierto lo que comentó en su día Chus Pereda, el Barcelona le ofrecía trescientos millones de pesetas por cerrar el traspaso de Geovanni en ocho millones y medio de dólares...

¡Trescientos "kilos"! No hay licenciatura en Ciencias Empresariales que soporte eso, no existe título académico que se resista al olor del dinero fácil. La gente de la calle tiene la sensación de que el intermediario es una alimaña, una sanguijuela, uno de esos bichitos que viajan bajo la tripa de la manta raya y que se aprovechan de los moluscos que levantan al cruzar el fondo del océano. No seré yo quien le quite la razón a quien eso piensa. Desde que me dedico a esto no hago más que oír hablar de apellidos con reminiscencias balcánicas u orientales. En realidad, no son más que aquellos buhoneros vendedores de crecepelo que recorrían el Oeste americano. ¿Qué hacen? ¿A qué se dedican? ¿Qué credenciales poseen? ¿Dónde han estudiado? Lo suyo es la nueva corriente filosófica del fútbol del siglo XXI, el pensamiento único del diez por ciento.

Hartos de tener que pasar por el quiosco del "egipcio" de turno, entre los clubes españoles tiene cada día más calado una idea: a final de temporada cada equipo depositaría en la Liga de Fútbol Profesional el listado con sus jugadores transferibles y el precio de cada uno de ellos; de esa forma se cerraría la puerta al "tomante". Esa experiencia ya se llevó a cabo en Italia --el famoso "calciomercato"-- aunque la desecharon porque aquello terminó convirtiéndose en una feria de ganado, pero ¿es que no lo es ya?

Este mundo es tan anormal que el intermediario presume de serlo, tiene tarjeta de visita, come y cena de gañote en los mejores restaurantes de la ciudad y el periodista debe recurrir a él -a la fuerza ahorcan- porque su representado no habla de dinero (Oig, dinero, ¡qué asco!) Les hemos convertido en protagonistas, reyes altaneros del mambo del balón. Así nos luce el pelo.

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