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Juan Manuel Rodríguez

La garra de Kelme

Me ha dado tanta alegría su decisión unilateral de retirarle el patrocinio al defensa del Fútbol Club Barcelona que, si me permiten ustedes la indiscrección, voy a descorchar a su salud una botellita de sidra asturiana que tengo metida en la nevera.

Lo que no hizo Joan Laporta, lo ha tenido que hacer deprisa y corriendo Kelme, la emblemática empresa española de ropa deportiva que pusieron en marcha los hermanos Quiles hace ya más de cuarenta años. Kelme está presente en un montón de actividades que tienen que ver con el deporte, desde la Eternal Running, hasta el campeonato de España de voley playa, pasando por la Maratón Popular de Badajoz, por poner sólo algunos ejemplos. Es decir que Kelme invierte, de aquí a Lima, mucho más tiempo y también mucho más dinero en nuestro deporte de lo que pueda pensar en invertir jamás en su vida el mudo Lissavetzky, secretario de lo que nos queda de Estado, que cada vez es menos, para lo que nos queda de Deporte, que también va menguando.

Lo que no hizo Laporta lo ha tenido que hacer Kelme, una empresa privada. Lo que calló Lissavetzky, recientemente elegido vicepresidente de la Convención Internacional contra el Dopaje, lo ha tenido que gritar a los cuatro vientos Kelme. Lo que uno no quiso hacer por estar de acuerdo, tanto en el fondo como en la forma, con Oleguer Presas, y el otro no quiso decir, probablemente para no incomodar a nadie y seguir ascendiendo en el escalafón, ha tenido que hacerlo, con coraje y con decisión, la empresa española de ropa deportiva Kelme. Me ha dado tanta alegría su decisión unilateral de retirarle el patrocinio al defensa del Fútbol Club Barcelona que, si me permiten ustedes la indiscrección, voy a descorchar a su salud una botellita de sidra asturiana que tengo metida en la nevera.

Lo que Laporta consintió, tras admitir que se hiciera publicidad en el Nou Camp de unos Países Catalanes que sólo existen en la imaginación de unos cuantos, no lo ha consentido Kelme. Lo que Lissavetzky esquivó, después de haber esquivado en otras ocasiones la aparición de pancartas de apoyo a criminales en partidos de selecciones autonómicas, no lo ha querido esquivar Kelme. Y parece mentira, aunque al final es la cruda realidad, que el espacio de dignidad y defensa de la convivencia común que debiera ocupar el representante del deporte elegido por el Gobierno de España, haya tenido que ocuparlo, con la cabeza bien alta, la empresa Kelme. Sólo se me ocurre darle las gracias. Y felicitar desde aquí a mi amigo Vicente Ordaz, jefe de deportes de Cope Valencia, por haber adelantado la noticia a las siete de la tarde. Ya va siendo hora de que a los okupas del sentimiento culé les salga cara la broma. Hoy ha sido Kelme la que ha cambiado la cerradura y ha enseñado la garra. Enhorabuena.

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