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Hubo fumata blanca y en quince minutos –era el único punto en el orden del día– se eligió al nuevo presidente de la Liga de Fútbol Profesional; Pedro Tomás se impuso por la mínima al otro candidato, Txomin Guzmán. Será, por tanto, el hasta ahora secretario general quien deba dirigir los destinos de la Liga más competitiva del mundo (que no quiere decir que sea la más boyante ni mucho menos), aunque no supo granjearse en su día el apoyo de algunos "grandes" como Real Madrid o Valencia.

¿Qué panorama se nos presenta ahora? Muy sencillo: la LFP es una entelequia, un bluff; y los clubes de fútbol viven en el "País de Nunca Jamás", jugueteando con Peter Pan y el Capitán Garfio. La patronal del fútbol en nuestro país se ha convertido en una sociedad rota, un grupo que lucha por cuotas de poder individuales. La intrahistoria de las elecciones debería sonrojar a más de uno: ¿Cómo es posible que algunos presidentes hubieran prometido el miércoles por la noche su voto para Guzmán y lo cambiaran el jueves por la mañana? Tan convencidos estaban del triunfo en la candidatura del vicepresidente del Athlétic, que Ignacio Ayuso (que iba en la misma como secretario general) presentó el lunes pasado su dimisión como "número dos" de Radio Televisión Española.

A Pedro Tomás le espera ahora una ardua tarea. La Liga española tiene a los mejores clubes del mundo y paga a sus estrellas como a los astros de Hollywood, pero es una ruina, un agujero negro por el que se cuelan miles de millones de pesetas. La revista Capital acaba de poner al descubierto las cuentas de los 20 equipos de Primera División, y uno se cae de la silla. Exceptuando los casos del Barcelona o Celta de Vigo, el resto se han convertido en máquinas de perder dinero. Por ejemplo: el Español –campeón de Copa– perdió 3.000 millones la pasada temporada y el Málaga arrojó un déficit de 1.000, además de deber otros 5.000 más. El caso del Real Madrid y sus 50.000 millones de deuda es probablemente el más conocido. El dinero que los clubes de Primera deben a bancos y cajas de ahorro supera el presupuesto de todo el año: 136.914 millones de pesetas.

Sin la televisión, que proporciona a determinados equipos el 55 por ciento de sus ingresos, y las quinielas, la Liga española acabaría cerrando el quiosco por falta de liquidez. ¿Interesa eso a la LFP? En realidad es un problema que nos afecta a todos, porque los inspectores de Hacienda llevan la friolera de cuatro años seguidos examinando las cuentas de los equipos de fútbol. Nuestra Liga es como aquellas viejas películas de Samuel Bronston: mucho cartón piedra para maravillar al espectador. Mucha "chicha" y poca "limoná".

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