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Juan Manuel Rodríguez

La soledad del ciudadano Llonch

Antonio Llonch Andreu se va. En un país en el que todo el mundo quiere transformar su despacho en un castillo moderno para así poder defenderlo como si del mismísimo Alamo se tratara, el adiós anticipado de un árbitro de fútbol se ha convertido en noticia. Hasta ahora lo único que sabíamos de Llonch Andreu (en este momento convertido ya en ciudadano Antonio Llonch) es que era un colegiado mediocre, manifiestamente mejorable en cualquiera de los casos. Hoy podemos ampliar dicha información: era un mal árbitro pero, sin embargo, es una persona inteligente y con un discurso coherente, un tipo razonable en definitiva. ¿Qué le ha conducido, por tanto, a marcharse de forma tan precipitada? Creo que ha sido la soledad en la que le ha dejado el Comité Técnico, una orfandad denunciada antes por otros colegas suyos.

El sabadellense llevaba más de veinte años arbitrando y hasta ayer no supe cómo sonaba su voz. Es imposible no relacionar su adiós con el incidente de Gallardo en el Sevilla-Valladolid, pero hubo más. Llonch habló, por ejemplo, de desprotección de cara a la opinión pública, comentando a continuación que los aficionados tenían que saber cómo y por qué un colegiado decidía determinadas cosas. La "ley mordaza" impuesta en su día por Victoriano Sánchez Arminio, un hombre con un notable complejo de inferioridad y con una dificultad extrema para poder explicarse en público, no hace otra cosa que aislar al colectivo arbitral dejándole en un claro fuera de juego.

Como el bueno de Antonio llevaba diez años sin dar su opinión, este jueves hizo añicos el voto de silencio y aprovechó la ocasión para opinar sobre lo divino y lo humano. Lo hizo también de las nuevas tecnologías (yo estoy con él, no creo que sean la solución), y de la intervención del Comité de Competición en el caso de la agresión de Rivaldo sobre Lacruz. Y ahí no puedo estar más en desacuerdo. ¿Somos capaces de clonar una célula humana, pero no se puede rectificar un error arbitral? No lo entiendo. ¿Se puede criticar al Presidente del Gobierno, pero no a González Vázquez? ¿Desde cuándo? ¿Se debe consentir, a sabiendas de ello, que el agredido pague mientras el agresor se escapa? En absoluto. La infalibilidad no existe.

Llonch se va porque el arbitraje está deshumanizado. Tiene razón. Pero como también coincide que está magníficamente bien pagado (13 "kilos" al año) el resto de sus compañeros callarán. No todo el mundo posee unos grandes almacenes, y fuera hace un frío que pela. Al catalán le han llamado sólo dos compañeros para solidarizarse con él. Y es que, con "Victo", quien se mueve no sale en la foto y quien "larga" se larga. Y aunque el dinero no da la felicidad, como diría Woody Allen, "produce una sensación tan parecida que habría que contratar a un especialista para distinguirlas".

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