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Juan Manuel Rodríguez

Luis Aragonés y sus excusas de mal pagador

Luis se autoinculpó de la derrota por no haber sabido "leer" el partido. ¿Debemos creerle o miente ahora al igual que mintió cuando afirmó que si España no llegaba a semifinales del Mundial él se marcharía a su casa?

Yo, al contrario que algunos compañeros míos más optimistas, no creo que vaya a pasar nada tras la debacle de Belfast. Y no lo creo porque, en situaciones similares, Ángel Villar se ha mostrado siempre como un presidente profundamente inmovilista a quien otros tuvieron que obligar a hacer su trabajo, el trabajo que le tocaba exclusivamente a él. Por ejemplo, sin ir más lejos, cuando España entera le forzó a prescindir de Javier Clemente después de la derrota ante Chipre. Me parece que ahora mismo la afición, hastiada, frustrada, aburrida, desconsolada, pasa más de su selección de fútbol. No creo que Villar eche a Luis Aragonés si éste no decide marcharse, lo contrario me sorprendería mucho. Y, salvo un arranque de dignidad inesperado, no veo a Luis yéndose.

Abellán habló con Villar casi al final de "El Tirachinas" de ayer. Sólo veinte segundos, el tiempo límite permitido por la Asociación Española de Psiquiatría para hablar con el presidente de la federación antes de perder el juicio o entrar en un profundo estado de depresión. En el primer segundo Villar dijo que, tras la derrota, sólo cabía reflexionar a propósito de lo sucedido en Irlanda; en el segundo veinte de esa misma conversación Villar afirmó sentirse muy satisfecho con el trabajo de Luis. ¿En eso consistía su reflexión? ¿En sentirse muy satisfecho tras haber perdido ante una selección notablemente inferior a la nuestra? ¿Es posible sentirse satisfecho del trabajo de un seleccionador que no consiguió pasar de los octavos de final en el Mundial? Pues sí, es posible. Villar se sintió satisfecho entonces puesto que le pidió a Luis que siguiese, y se siente también satisfecho ahora, después del 3-2 ante Irlanda, puesto que le defiende públicamente.
 
En el "Tiempo de Juego" posterior a tan calamitoso partido insistí en la necesidad de que la federación abriera un proceso de reflexión serio, sosegado y autocrítico, y pedí que Villar, aprovechando el "boom" del baloncesto, pidiera consejo –¡por qué no!– a colegas suyos de otras federaciones que han encontrado la llave del éxito. La pregunta que tendríamos que hacernos sería entonces la siguiente: ¿Por qué funcionan las selecciones de baloncesto, hockey, balonmano, fútbol sala o waterpolo y sin embargo no lo hace la de fútbol? Mi amigo Kiko, aprovechando que ya no me encontraba en directo en antena, quiso ridiculizar la propuesta: "Juanma dice que Villar tiene que hablar con el de waterpolo, el de hípica"... Yo no dije nada de la hípica, aunque a lo mejor también habría que incluirla en ese grupo puesto que nos ha dado alguna alegría más que nuestra selección de fútbol. Sinceramente les digo que no creo que nuestro fútbol de selección, probablemente ascendido de forma injusta a los altares, quiera abrir un debate de esas características.
 
Un par de cosas más. Luis se autoinculpó de la derrota por no haber sabido "leer" el partido. ¿Debemos creerle o miente ahora al igual que mintió cuando afirmó que si España no llegaba a semifinales del Mundial él se marcharía a su casa? ¿No será que ahora le interesa decir esto como antes le interesó decir lo otro? Excusas de mal pagador. Y la segunda cuestión: Pepu Hernández, que es un santo varón, ha dicho que todo lo que sabe lo aprendió de Luis. Y Pepe Sáez, que es otro bendito, ha comentado que la selección española de baloncesto no compite con la de fútbol. Pero sí lo hace, presidente, sí lo hace. Es esta una sociedad en la que todos competimos y, siendo cierto que no veremos un partido entre las Españas de fútbol y baloncesto, los responsables de nuestro baloncesto tendrían que darse cuenta de que éste es un momento mejor que cualquier otro para tratar de arrebatarle, lícitamente, cuotas de mercado al fútbol. Si Sáez tuviera el colmillo retorcido ya se habría puesto manos a la obra, pero, según me cuentan, es un bendito.

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