"Por ahí detrás viene el Ferrari", afirmó Hierro refiriéndose a su amigo Raúl. El malagueño quería decir con aquello que Raúl batiría todos los récords habidos y por haber. Y en ello está. A Raúl sólo le queda zamparse el récord de internacionalidades de Andoni Zubizarreta, el resto ya son historia. Pero Raúl ha envejecido también muy deprisa. Por detrás del "Ferrari", que ahora está en boxes, viene el bólido más rápido y más caro del mundo, un Bugatti Veyron cuyo motor ruge igual desde que le sacaron de los "talleres" de la antigua Ciudad Deportiva para jugar contra el Athletic Club de Bilbao. Era el 12 de septiembre de 1999 e Iker Casillas tenía sólo dieciocho años.
Iker ha renovado su contrato con el Real Madrid hasta el año 2011. Cuando lo cumpla tendrá treinta años y tiempo y experiencia suficientes como para firmar otro, el contrato definitivo. Esta renovación ha sido difícil y ha tardado más de lo que inicialmente estaba previsto porque Casillas quería "morir deportivamente" en su club de toda la vida, sí, pero no estaba dispuesto a hacerlo a precio de saldo sino como un galáctico en toda regla. Hace mucho tiempo que el exigente público del estadio Santiago Bernabéu le come en las manos a Iker. Las suyas han sido manos salvadoras en multitud de ocasiones, manos que evitaron milagrosamente, por ejemplo, el empate del Bayer Leverkusen en la final de la Champions League del año 2002. En una extraña decisión deportiva que luego no podría o no querría explicar, Vicente del Bosque relegó a la suplencia a Iker Casillas otorgándole la titularidad a César Sánchez, un portero de inferior calidad. Pero aquel día César se lesionó y Casillas fue decisivo en la obtención de la novena Copa de Europa. Es un futbolista con ángel.
Estaba más claro que el agua que Casillas iba a seguir en el Real Madrid. Un diario deportivo decía el otro día que el Barcelona estaba interesado en el portero del Real Madrid. ¿Sólo el Barça?... Y el Manchester. Y el Chelsea. Y el Milán. Y la Juve. Medio planeta futbolístico estaba interesado en contratar a Iker Casillas. Pero Florentino no podía dejarle escapar. Ése sí que habría sido un desastroso negocio. Y, si por algo es conocido el presidente del Real Madrid, es por hacer buenos negocios.