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Juan Manuel Rodríguez

Nuestro "atleta de Dios"

El Papa siguió tratando de sacar tiempo de su apertada agenda para seguir practicando algún tipo de ejercicio físico, y aprovechó el deporte para continuar ahondando en el mensaje de paz, solidaridad y dignidad humana que protagonizó su pontificado

Escucho a José Luis Restán en la Cadena COPE preguntándose en voz alta lo siguiente: "¿Hubo algún aspecto de la vida en el que no profundizara Juan Pablo II?"... Es cierto. El Papa fue también un gran amante del deporte (quienes le conocieron de jóven aseguran que era un buen portero), el senderismo, la natación o el esquí. En el mensaje de Su Santidad con ocasión de la XXV Jornada Mundial del Turismo (27 de septiembre de 2004) podía leerse: "(...) practicar un determinado deporte es precisamente lo que motiva programar un viaje o unas vacaciones. Es, pues, un fenómeno que atañe tanto a los deportistas de élite, a sus equipos y seguidores, como a modestos clubes sociales, así como también a muchas familias, jóvenes y niños y, en fin, a cuantos hacen del ejercicio físico uno de los motivos importantes de su viaje".
 
Juan Pablo II fue deportista y, naturalmente, viajero. Su extraordinaria vitalidad le permitió desplazarse, a lo largo de sus veintiséis años de pontificado, por más de cien países repartidos por los cinco continentes. Aunque, sobre todo a raíz del atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro, el Papa deportista empezó a sufrir un declive físico importante. Quiero creer que el ejercicio realizado hasta ese momento le ayudara a superar los disparos del turco Alí Agca y el posterior desgarro de colon tras el cual se le extirpó más de un metro de intestino. Juan Pablo II era fuerte físicamente y tenaz espiritualmente, cualidades que casan a la perfección con ese concepto ideal que todos tenemos del buen deportista.
 
El Papa siguió tratando de sacar tiempo de su apertada agenda para seguir practicando algún tipo de ejercicio físico, y aprovechó el deporte para continuar ahondando en el mensaje de paz, solidaridad y dignidad humana que protagonizó su pontificado. Así, en el mensaje al que hacía referencia con anterioridad, pudo leérsele también: "(...) En efecto, la práctica correcta del deporte debe estar acompañada por la templanza y la educación a la renuncia; con mucha frecuencia requiere también un buen espíritu de equipo, actitudes de respeto, aprecio de las cualidades de los demás, honestidad en el juego y humildad para reconocer las propias limitaciones (...) También el cristiano puede encontrar en el deporte una ayuda para desarrollar las virtudes cardinales -fortaleza, templanza, prudencia y justicia- en la carrera por la corona "que no se marchita", como escribe San Pablo".
 
Siempre tendré grabada en la memoria de forma muy especial la primera visita que Su Santidad hizo a España, y recordaré con mucho cariño el acto que protagonizó en el estadio Santiago Bernabéu. El Papa deportista, nuestro "atleta de Dios", aceptaría con entusiasmo el nombramiento como socio de honor del Barcelona y luego, en la Basílica de San Pedro, recibiría al Real Madrid y al Atlético de Madrid con motivo de sus respectivos centenarios. De forma que, acabando como empecé, el deporte también fue tenido en cuenta por este Papa único e irrepetible.

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