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Juan Manuel Rodríguez

Nuestro genio del esquí

gesta de Paquito, lograda en absoluta soledad y conseguida a golpe de sudor y de trabajo, sigue constituyendo uno de los grandes misterios del deporte en España

Neil Armstrong puso el pie en la luna el 16 de julio de 1969 y Paquito Fernández Ochoa consiguió la  medalla de oro el 13 de febrero de 1972. Tras alunizar, el comandante Armstrong dijo aquello tan famoso de que era "un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad". No sé qué diría Paquito (porque él era Paquito a pesar del peso del oro y de la púrpura deportiva) después de vencer a los hermanos Thoeni en aquella mítica prueba de eslalon especial. Probablemente se limitaría a dar las gracias a todos. Más de treinta años después del éxito del mayor de los Fernández Ochoa, aquella medalla sigue siendo el mayor éxito del esquí español y continúa estando grabada en el subconsciente colectivo de una generación, la mía, que siempre contempló a Paco como a un verdadero héroe, algo así como nuestro comandante Neil Armstrong particular.
 
Tenía gracia Paco cuando explicaba cómo empezó a esquiar. Su tío le llevó un día a la nieve y le dijo que se tirase por una cuesta. "Tírate". "No me tiro". "Tírate o te doy dos bofetones". Y se tiró, vaya que si se tiró. Más que tirarse, Paco Fernández Ochoa se lanzó por aquella pendiente que después le impulsaría hacia las cotas más altas del deporte en nuestro país. Aquel día, en aquella cuesta, con su tío, empezó a forjarse la leyenda de uno de los grandes campeones del deporte español. Porque él era eso precisamente, un gran campeón español. En un país conocido universalmente por su inagotable sol y por sus magníficas playas, la gesta de Paquito, lograda en absoluta soledad y conseguida a golpe de sudor y de trabajo, sigue constituyendo uno de los grandes misterios del deporte en España. Cada tanto surge un genio, y el nuestro, nuestro particular genio del esquí, nació en Cercedilla el 25 de febrero de 1950. Si ahora se esquía masivamente en España fue en parte gracias a lo que hizo él.
 
El homenaje ha llegado, por una vez y con la esperanza de que sirva de precedente, a tiempo y con el héroe todavía en vida. La gesta de nuestro héroe será recordada eternamente gracias a la majestuosa figura de bronce que preside la Plaza Mayor de Cercedilla. La estatua del madrileño Rafael Muyor recordará para siempre aquel gran paso que un día dio en Sapporo nuestro genio del esquí, uno de los grandes del deporte español de toda la historia. Descanse en paz.

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